Ciudad de México.- El 31 de marzo de 2005, el papa Juan Pablo II encabezó una misa desde su cama, cuando peleaba contra una septicemia por complicación de una infección de vías urinarias.

En sus últimas horas de papado quiso despedirse con los gestos de fe que cualquiera de los mil 400 millones reconocen y quienes al día de hoy lo reconocen como el Papa más querido.

“En el momento de la consagración, débilmente levantó su mano derecha dos veces, es decir, cuando se eleva el pan y el vino”, expresó el informe del Vaticano de ese día.

“Hizo un gesto indicando que estaba tratando de golpear su pecho durante la recitación de la oración del Cordero de Dios”, relató la Santa Sede.

El líder de la Iglesia católica murió el 2 de abril de 2005 a las 21:37 horas, hora de Roma, hace 20 años, previo a la fiesta de la Divina Misericordia, fiesta instituida por él.

La popularidad del líder clerical polaco se mantiene a tal nivel que sus sucesores, Benedicto XVI y Francisco no la han superado.

De acuerdo con una medición del centro Pew Research, 93% reportó una opinión favorable del jerarca que fue líder de la Iglesia católica por 26 años y cinco meses.

Los católicos expresaron buenas opiniones de Juan Pablo II en las tres ocasiones que fueron entrevistados, entre 1978 y 1996, durante la gestión de este pontífice.

En el caso de Francisco, la última medición es de febrero pasado, en la cual 78% de las personas reportaron una opinión positiva.

Mientras que, de los cinco sondeos sobre Benedicto XVI, el religioso alemán logró la mejor valoración en abril de 2008, con 83% de opinión favorable.

El cariño que dejó Juan Pablo en sus fieles aún se mantiene vivo.

Para Rosa Elena, las cinco ocasiones que el Papa viajó a México son inolvidables.

Pero la visita del año 1979, cuando el Papa pasó por el centro histórico, sigue viva en su memoria.

“Todos estábamos muy emocionados porque iba a pasar el Papa. Volteó y nos dio la bendición, desde entonces es ‘mi Juan Pablito’ que cuida mi casa, a mí y a mi familia”, compartió con este diario la entonces vendedora de una tienda departamental.

Según la agencia ACI, Karol Wojtyla expresó antes de morir una frase de despedida: “con una voz muy débil y con palabras murmuradas: Déjame ir a la Casa del Padre”.

La salud del exobispo de Roma presentó problemas en la ingesta de alimentos y en la respiración como consecuencia de la enfermedad de Parkinson.