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Posverdad y malos perdedores en Torreón; impugnación de mentiritas

Tome con cautela, o directamente ponga en duda, las declaraciones de su chairo de confianza.

Grupo Zócalo
ZOCALO | MONCLOVA
08-06-2024
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Tome con cautela, o directamente ponga en duda, las declaraciones de su chairo de confianza.

Cada lance, incursión, juicio emprendido, o entrevista banquetera concedida, revíselo bajo un crisol de objetividad, verifique si lo que dicen o hacen es posible de confirmar, o por lo menos puede sostenerse bajo las reglas del más elemental ciclo de la comunicación. No se quede con la primera impresión, no abuse del sesgo de confirmación que le dicten sus prejuicios.

Se llevará una sorpresa en la mayoría de las ocasiones, pues encontrará disonancias cognitivas, por llamarlo de una manera elegante (incongruencia entre lo que se piensa y lo que se hace, derivando en autoengaño). O un cúmulo de ‘posverdad’, la palabra del año 2016 (“circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”).

Vivimos tiempos fundamentalistas. La verdad ya no importa (o su aproximación más fiel a esta, por lo menos), sino la imposición de la narrativa. Se trata de pegar primero y tener la suficiente caja de resonancia para replicar el mensaje, así sea falso. Por ello no es ocioso retomar el tema de los malos perdedores cuentas veces sea necesario. Prometo será la última vez, por ahora, que se aborda. Es el colofón.

El 10 de junio a las 23:13 horas fue impugnada la elección municipal de Torreón. Dicho de otra forma: estuvieron a 48 minutos de que venciera el término legal y fuese nula su demanda.

El equipo jurídico de Morena pretendía anular la votación de Ayuntamiento, basados en tres premisas contra el candidato ganador: 1) No pidió licencia para separarse del cargo. 2) Rebasó el tope de gastos de campaña. 3) Aluden a hechos ocurridos en 2023, dentro de otro proceso electoral, específicamente para renovar la gubernatura.

La tercia de argumentos, sin embargo, es fácilmente desmontable: un Alcalde en funciones no necesita por ley separarse del cargo para hacer campaña por la reelección (como de hecho sucede), la fiscalización es facultad exclusiva del INE (quien por lo demás determinó que no hubo rebase), y sucesos que correspondan al pasado no tienen vinculación alguna con el presente.

Tan sencillo como eso. Como epílogo, morenistas y petistas levantaron la mano a Shamir Fernández, el candidato perdedor, y éste se proclamó ganador a las 19:00 horas del 2 de junio, una hora después del cierre de las casillas. ¿Quiénes estuvieron ahí? Su esposa -hoy senadora suplente- Mejía Berdeja, Attolini, Tanech, Cintia Cuevas y su pareja.

La situación trasciende a un proceso electoral en particular. El punto es que Morena en La Laguna escandaliza de manera cíclica en redes sociales con hechos que casi nunca se pueden comprobar. Plantean un panorama distópico, postapocalíptico.

El 12 de junio el propio Shamir colgó un video en X para explicar las que serían sus acciones en lo sucesivo: “Ese PRI que se resiste a morir está utilizando todas las artimañas para robar la elección de Torreón (…) Hemos decidido impugnar la elección de Presidente Municipal”.

“Fuimos objeto de un sinfín de actos de intimidación, persecución, represión y violencia por parte del candidato del PRI, utilizando las corporaciones policiacas, tanto estatales como municipales (…) Varios de nuestros compañeros fueron detenidos sin razón por la policía, y arrestados injustamente para evitar que siguieran promoviendo nuestro proyecto de transformación”.

“Fuimos testigos del hostigamiento a personas para obligarlas a votar por el candidato oficialista del PRI (…) De la compra descarada de votos haciendo uso de recursos públicos”.

“Todo quedó registrado en cientos de videos, imágenes y comentarios de ciudadanos, que nos compartieron a través de redes sociales, evidenciando que nos enfrentamos a una elección de Estado”.

Y no. No pasó así, como consta en el expediente TECZ-JE-41/2024, resuelto por el Tribunal Electoral de Coahuila el 2 de agosto; dos meses después de la jornada lectoral. Una diferencia de 26 mil 299 votos, equivalentes al 8% de distancia entre primer y segundo lugar, fueron suficientes y determinantes. Nada cambió porque simplemente los quejosos no aportaron pruebas para demostrar testimonios e indicios.

Cortita y al pie

Bravatas como esta llaman la atención, naturalmente. Aunque indirectamente también crean un clima de animadversión que, a costa de endosar a terceros la derrota, debilita la democracia.

En una sociedad sana lo normal sería que se hiciesen responsables de sus acciones pretéritas. No puede ocurrir lo mismo cada proceso y, lo peor, no tener consecuencias. Se va normalizando, como si se tratase del paisaje habitual. Malos perdedores, se les llama.

Acuérdese a la próxima ocasión que le pidan el voto, pues eventualmente volverán a presentarse (¿o acaso cree usted que dejarán el redituable negocio de la política para poner una mercería?).

La última y nos vamos

Por lo demás, ganador y perdedor se conocían tan bien (en la salud y en la enfermedad) que se anularon mutuamente. No hubo choques. Ni un pelo se tocaron durante la campaña y ni siquiera una mención indirecta en el debate codo a codo.

Neutralizados por su pasado común, hasta la impugnación fue de mentiritas.

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