Mientras tanto, en el norte del país y el sur de EE.UU., los agricultores siguen esperando soluciones.
Lo que corre por los ríos Bravo y Colorado no es solo agua: también es tensión diplomática. Un tratado firmado en 1944 entre México y Estados Unidos —que durante décadas ha regulado el reparto de este recurso vital— vuelve hoy al centro del conflicto, esta vez con amenazas de sanciones y un cruce de declaraciones entre líderes.
Donald Trump, en plena reactivación de su discurso político, volvió a mirar hacia el sur. Desde su red Truth Social, acusó a México de “deberle a Texas más de 1.3 millones de acres-pies de agua”, señalando que el supuesto incumplimiento perjudica gravemente a los agricultores estadounidenses. Como es habitual, acompañó la queja con advertencias de consecuencias económicas.
Desde Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum respondió con diplomacia, pero sin titubeos. Aseguró que su gobierno ya ha entregado una propuesta integral al Departamento de Estado de EE.UU., con acciones inmediatas para cumplir el tratado.
“Han sido tres años de sequía, y México ha cumplido dentro de lo posible”, escribió en su cuenta de X, añadiendo que instruyó a varias secretarías federales a establecer contacto inmediato con las autoridades estadounidenses.
El Tratado de Aguas de 1944 —un acuerdo que parecía intocable— comienza a mostrar sus grietas. Aunque hay quienes sugieren que es momento de actualizar sus términos, especialistas advierten que México podría perder condiciones favorables, como el cumplimiento por quinquenios en lugar de entregas anuales.