En altares escondidos o colgados del cuello, los santos del narco acompañan a sicarios y capos en su camino: una mezcla de devoción y protección
Ciudad de México.- En noviembre de 2018, durante el juicio de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán en la Corte de Distrito Este de Nueva York, ocurrió un “milagro”. En una de las salas donde el exlíder del Cártel de Sinaloa y su defensa legal se reunían apareció una pequeña figura de Jesús Malverde, el ‘santo de los narcos’.
“Apareció milagrosamente”, declaró uno de los abogados de Guzmán Loera. Y aunque para la justicia estadunidense no significó un acto de importancia, la presencia de Malverde en un evento tan trascendental y mediático subrayó el culto popular a este santo no oficial dentro del mundo del crimen organizado.
Para los narcotraficantes, figuras como Jesús Malverde y El Niño de Atocha son mucho más que símbolos religiosos; son amuletos de poder, protección y suerte en un mundo marcado por la violencia y el peligro constante.
La figura religiosa más conocida es Jesús Malverde, a quien no solo le profesan culto en las sierras y montañas del Triángulo Dorado, zona controlada por el Cártel de Sinaloa, sino también en Colombia y regiones de Estados Unidos.
Se trata quizá de la figura vinculada con el narcotráfico más popular de Sinaloa, pues incluso tiene una capilla ubicada entre las calles Independencia, 16 de septiembre y la avenida Insurgentes del centro de Culiacán.
Aunque los relatos sobre su vida son muy variados, la creencia más popular refiere que Jesús Malverde se dedicaba a robar a hacendados y familias de los Altos de Culiacán durante la primera década del siglo XX. Después, repartía el botín entre los más necesitados.
Se le atribuye la protección de quienes viven en condiciones difíciles o al margen de la ley, como personas dedicadas a la producción o tráfico de drogas.
También destaca que, similar a figuras como San Judas Tadeo, Malverde es visto como un intercesor en momentos desesperados. Su imagen es común en altares improvisados en casas, negocios o caminos, donde los devotos le dejan ofrendas a cambio de favores.
Otra de las figuras religiosas conocidas entre personas dedicadas al negocio de las drogas es el Santo Niño de Atocha.
Originario de España, es una advocación del Niño Jesús que llegó a México durante la Colonia y encontró tierra fértil en la religiosidad popular, especialmente en estados del norte y centro del país.
Se le representa como un niño vestido con túnica y sombrero. En una mano carga con un bastón y en la otra con una canasta de comida. Se asocia con la protección de los viajeros y la ayuda a quienes enfrentan problemas, especialmente en el ámbito de la salud y el bienestar.
En octubre de 2019, durante la -primera- detención de Ovidio Guzmán López en el Fraccionamiento Tres Ríos, Culiacán, se evidenció que el hijo de ‘El Chapo’ y el menor de los cuatro Chapitos es devoto del Santo Niño de Atocha, mismo que cargaba en forma de escapulario.
Otras figuras a las que los narcotraficantes e integrantes del crimen organizado suelen encomendarse, son:
– La Santa Muerte
– San Judas Tadeo
– San Ramón Nonato
– San Ignacio de Loyola
A diferencia de La Santa Muerte o Malverde, El Niño de Atocha sí es considerado parte del santoral católico. Pero, ¿a qué se debe?
El concepto de “santo” en la tradición religiosa se refiere a una persona que ha alcanzado un nivel de virtud extraordinaria o santidad, y cuya vida es considerada ejemplar, por lo que es digna de ser imitada.
En el contexto del catolicismo, el proceso de canonización es el que determina oficialmente si una persona puede ser considerada un santo.