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‘Te vas a ir de profesor’; así le dijo su madre y pasó 60 años en las aulas

Jesús Sandoval de León se jubiló a los 83 años de edad.

Jesús Sandoval de León se jubiló a los 83 años de edad.
“Tenía como 23 años (cuando empecé a trabajar como profesor), estaba chavo… y de ser un maestro neófito, tuve qué estudiar lo que tenía qué enseñar, porque si el maestro no consulta lo que pretende enseñar, no va a lograr resultados”. Manuel de Jesús Sandoval de León, Profesor jubilado.
Aníbal Díaz
ZOCALO | MONCLOVA
05-15-2025
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Monclova, Coah.- 1941. Las potencias del orbe se estremecían con los embates de la Segunda Guerra Mundial. En México, ‘El presidente caballero’, Manuel Ávila Camacho, ocupaba el Poder Ejecutivo y la población disfrutaba de las aventuras de Jorge Negrete en la cinta ‘¡Ay Jalisco, no te rajes!’, recién estrenada en las pantallas del país.

Fue en ese año, el 13 de mayo, que nació el profesor Manuel de Jesús Sandoval de León, en el ejido Obayos, del municipio de Escobedo. Hijo de Juan Sandoval Caldera, obrero de Altos Hornos de México y Manuela de León, costurera empírica, el profesor Manuel tuvo en su juventud la inquietud de ingresar a AHMSA, como su padre, pero su madre lo convenció de estudiar para ser maestro.

Esta decisión marcaría su vida, y lo conduciría a una carrera magisterial que se extendió por más de 60 años; habiéndose jubilado apenas en agosto del año pasado, tras más de dos décadas como director de la escuela primaria El Socorro, en Monclova.

‘¡Te vas a ir de profesor!’

Aunque las fechas concretas evaden la memoria del maestro -quien recientemente cumplió 84 años de edad- sus recuerdos y anécdotas viven frescos en su mente, listos para ser compartidos.

De su adolescencia, ‘el profe’ Manuel recuerda que cuando egresó de la Secundaria 24 (hoy Secundaria 1 Juan Gil), estaba listo para seguir los pasos de su padre como obrero de Altos Hornos.

“Le dije a mi mamá, ‘ya tengo edad, voy a buscar oportunidad de encontrar un puesto de AHMSA y voy a estudiar la ‘prepa’ nocturna’”, recuerda, en entrevista.

 

“Pero me dice mi madre, ‘¡No! ¡No vas a hacer eso, te vas a ir de profesor!’. Y como las personas de antes éramos súper obedientes, hice caso y me fui a la Normal de Saltillo”, añade, esbozando una sonrisa.

De esta manera salió de su hogar en la colonia El Pueblo hacia la capital del estado, para cursar su carrera de 1959 a 1962.

Un humilde comienzo

El terminar sus estudios, se dio cuenta que, en ese entonces, no había plazas docentes disponibles en Coahuila; por lo que junto a un grupo de compañeros decidió migrar a Durango.

“Empecé en la sierra de Durango, en un punto que se llama Canelas, en una zona que se llama Francisco Zarco”, menciona.

 

“Tenía como 23 años, estaba chavo… y de ser un maestro neófito, tuve qué estudiar lo que tenía qué enseñar, porque si el maestro no consulta lo que pretende enseñar, no va a lograr resultados”, dice, solemne.

 

“Poco a poco me fui haciendo autodidacta, compraba libros especializados, libros del maestro, que había por grado, traían mucho contenido, y a los nuevos profesores nos sirvieron mucho”, recuerda.

 

“En el pueblo, en Canelas, querían mucho a los maestros, y había una señora que daba asistencia”, rememora también ‘el profe’ Manuel. “Al llegar me dieron sexto grado, eran 27 niños”.

 

“El primer sueldo tardaba de dos a tres meses en llegar”, agrega también.

 

“¿Y cuánto le pagaban profe?”, se le pregunta.

 

“Una vez me encontré un recibo que era de 800 pesos mensuales”, responde, mientras suelta una risa contagiosa.

El regreso al hogar

Tras su inicio en Durango, logró regresar a Coahuila, desempeñando su labor en escuelas rurales, como en el Ejido La Luz, en el municipio de Villa Unión, donde solía transportarse a bordo de una motocicleta.

Estuvo también en planteles rurales de Allende y Morelos, en la Región de los Cinco Manantiales; hasta que en 1967 regresó a Monclova para impartir clases en la primaria Club Rotario.

Aquí, tuvo una prolífica carrera en múltiples primarias, como la Margarita Maza de Juárez y la escuela Francisco I. Madero, donde vivió una anécdota que recordaría para toda la vida.

Un visitante inesperado

“Estaba en la escuela Madero, en la escuela ‘viejita’. Llegué y me dieron el peor saloncito, de la escuela antigua; era nomás una puerta, una ventana y un ‘foquito’ de 100 watts”, relata, rememorando vagamente que esta vivencia ocurrió a finales de la década de los años 60’s.

 

“Un día, por la mañana, de repente siento que hay alguien en la puerta. Me levanto, lo recibo y era el señor Harold R. Pape. El señor Pape estaba asomándose así, metiendo la cabeza para ver cómo estaba el salón”, destaca.

 

“Me dice, ‘no… esto está muy mal’. Y me pregunta, ‘¿qué quiere?’. Le dije, ‘pos que nos ayude a arreglar la escuela… y me dijo ‘no se las voy a arreglar, les voy hacer una nueva’”, agregó emocionado al recordar.

El ‘profe’ Manuel añade que por iniciativa de Pape la primaria fue derrumbada y reedificada, justo donde se ubica actualmente, frente a la plaza principal de la colonia El Pueblo. Trasciende que el plantel nuevo fue oficialmente inaugurado en 1971.

“Se hizo una ceremonia de inauguración, donde José Manuel, el niño que me tocó preparar para que dijera el discurso ‘se llevó’ la mañana, porque el discurso estaba reforzado con la frase, ‘Los hombres pasan, pero sus obras quedan’. Lo dijo con tanta vehemencia el niño, fue tan emotivo, que el señor Pape se mueve de donde estaba parado, junto a la señora Susan Lou, y fue y abrazó al niño, lo puso a su lado y le dijo al fotógrafo, ’tómenos una foto y mañana le trae su copia’ al niño”, recuerda.

‘Yo me emocioné siempre con mi trabajo’

Además de su carrera en diferentes primarias, ‘el profe’ Manuel también trabajó en planteles como el Instituto Central Coahuila, el IRMAC y la enseñanza de educación básica para adultos en el IMSS.

Y ya avanzada la década de los 90’s llegó como director a la escuela primaria El Socorro, donde se jubiló en agosto del año pasado con 62 años de servicio y 83 años de edad.

“Lo qué más disfruté como maestro fue ver cómo los alumnos habían aprendido lo que yo les enseñé. Lo más difícil era resolver las problemáticas conductuales”, afirma.

Otra dificultad, dijo, “era que los maestros ‘se pusieran bien el saco’ de lo que son: Si hay qué barrer, no quieren barrer, si hay qué limpiar, no quieren limpiar, entonces, mi más grande entusiasmo fue haber sido útil en todas las situaciones de la escuela”.

“¿Y por qué esperar tanto para jubilarse profe?”, se le inquiere.

 

“Es muy sencillo: Yo me emocioné siempre con mi trabajo”, responde, sin dudar. “Y el tiempo fue pasando… hasta que ya me sentí viejo, ya medio ‘dificilón’ la situación de mi salud, por eso me decidí a irme”, añade.

No para de aprender

Actualmente, ‘el profe’ Manuel continúa siendo autodidacta. En la placidez y tranquilidad de su casa, no deja de leer, libro tras libro.

Además, el profesor afirma que está escribiendo miles de anécdotas que vivió durante su carrera, pero le resulta incierto cómo las compartirá con el mundo.

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