Durante los siglos XVII y XVIII, el Río Monclova era conocido por sus paisajes deslumbrantes y su agua cristalina, lo que llevó a que su imagen fuera incluida en el escudo de Coahuila.
Durante los siglos XVII y XVIII, el Río Monclova era conocido por sus paisajes deslumbrantes y su agua cristalina, lo que llevó a que su imagen fuera incluida en el escudo de Coahuila. Este río representaba no solo un atractivo natural, sino también un recurso vital para la región. A medida que la población de Monclova creció considerablemente con el tiempo, la necesidad de urbanizar llevó a la pavimentación de acequias y la construcción de nuevas colonias.
En sus orígenes, se decía que el río nacía en el Ojo de Saldívar, un manantial de 30 metros de diámetro con agua clara y abundante. A lo largo de su curso, el río se alimentaba de varios manantiales que, con el paso del tiempo, se unían, fluyendo a lo largo de aproximadamente 1,500 metros hasta llegar a una zona de grandes nogales conocida como El Conejo.
El Conejo era un parque natural al que acudían los habitantes de Monclova para pasear, disfrutar de la naturaleza y bañarse los fines de semana, convirtiéndose en un lugar icónico y de encuentro para la comunidad.
Sin embargo, con el paso de los años, el río Monclova fue sufriendo un completo abandono. La urbanización, la extracción de agua y la falta de conciencia ambiental afectaron su estado, provocando la pérdida de su esplendor. Afortunadamente, en 2020 se emprendió una iniciativa de restauración y embellecimiento del río. La obra se llevó a cabo en dos etapas, con el propósito de revitalizar la zona y ofrecer a los niños y adolescentes de Monclova un espacio para disfrutar de la naturaleza, fomentando el esparcimiento y el disfrute del medio ambiente.