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Turismo oscuro: el debate de las excursiones a Chernóbil, Auschwitz o Fukushima

La fascinación de algunos viajeros por visitar epicentros de catástrofes o tragedias ha sido objeto de estudio desde mediados de los 90's.

La fascinación de algunos viajeros por visitar epicentros de catástrofes o tragedias ha sido objeto de estudio desde mediados de los 90's.
Milenio
ZOCALO | MONCLOVA
04-25-2025
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Ciudad de México.- El estreno de la miniserie Chernóbil (Max) despertó el interés de la audiencia por visitar el pueblo fantasma de Prípiat, en cuyos edificios, fábricas y parques olvidados se preserva el recuerdo del peor accidente nuclear del mundo.

De acuerdo con Reuters, el éxito del documental disparó en un 40% las reservas de viajes turísticos para el verano de 2019. Pero con ello también se avivó el debate, e inclusive la preocupación, de las razones por las cuales los turistas buscarían con tanto ímpetu visitar la ciudad donde miles de personas murieron un 26 de abril de 1986. ¿Curiosidad, morbo o mero aprendizaje?

La fascinación de algunos viajeros por los lugares donde ocurrieron tragedias históricas o desastres naturales ha sido objeto de estudio desde mediados de los 90.

Fue en 1996 que la Revista Internacional de Estudios de Patrimonio refirió por primera vez el término “turismo oscuro” como la “presentación y consumo (por parte de los visitantes) de lugares reales y mercantilizados de muerte y desastre”.

Al mismo tiempo, Anthony Seaton introdujo la definición de tanatoturismo como el hecho de “viajar a una locación total o parcialmente motivado por el deseo de tener encuentros reales o simbólicos con la muerte, en particular, pero no exclusivamente, la muerte violenta”.

Sin embargo, y aún con estos antecedentes, en la actualidad no se cuenta con un término universalmente aceptado. Por ello es que también se le hace referencia como “turismo de atrocidad”, “turismo mórbido” o “turismo en punto negro”.

Incluso, algunos autores han optado por definirlo de acuerdo con las motivaciones de los viajeros: ¿Qué buscan ver? ¿El pueblo que alguna vez fue epicentro de un gran terremoto? ¿La transformación de una ciudad que fue bombardeada hace décadas? ¿O las casas, los autos y las pertenencias abandonadas de quienes alguna vez huyeron de un desastre nuclear?

Explicar la atracción por los lugares marcados por tragedias, catástrofes o simplemente relacionados con la muerte representa un desafío, ya que las razones son tan variadas como los mismos turistas.

Algunos planteamientos se han basado en la Teoría del Comportamiento Planificado (TPB), la cual sostiene que las actitudes, normas subjetivas y el control conductual influyen en nuestro comportamiento. En otras palabras, explica el por qué hacemos lo que hacemos.

Así, se desprende la teoría de los cuatro constructos del tanatoturismo, basados en el tipo de experiencias que los visitantes desean tener.

Experiencia oscura

Este espectro se relaciona estrechamente con la muerte, así como con la fascinación por las experiencias anormales, extrañas y emocionales que pueden hallarse en algún destino turístico.

Entretenimiento atractivo

La visita a destinos turísticos están fuertemente influenciadas por imágenes que se hicieron mediáticas o para conectar emocionalmente con las celebridades, como acudir a mansiones de artistas fallecidos.

También entran aquellos sitios donde los viajeros encuentren una conexión personal y emocional, tales como los campos de concentración de Auschwitz, zonas cero o algún campo de batalla.

Experiencia de aprendizaje única

Su definición se enfoca en el aprendizaje, ampliar los conocimientos y experimentar una parte del legado cultural y la historia. Aunque esto no siempre garantiza que los viajeros estén emocionalmente conectados con el lugar.

Interés casual

Aquí entran los turistas “incidentales”, es decir, aquellos cuyas visitas son imprevistas o no formaban parte de su itinerario inicial, e incluso desconocen que están llevando a cabo actividades de tanatoturismo.

Por su parte, la Revista Internacional de Investigación Ambiental y Salud Mental (IJERPH) ha identificado diferentes razones para este turismo: experiencia educativa, deseo de comprender eventos pasados, autodescubrimiento, memoria, recuerdo, empatía, homenaje, curiosidad, la búsqueda de novedad o aventura, estatus, prestigio o reconocimiento. Mientras que en menor medida están los asuntos religiosos y de peregrinación, sentimientos de culpa o búsqueda de responsabilidad social.

Mientras que otros autores, como Asworth y Hartmann, conjuntan este abanico de razones en tres ejes principales: curiosidad por lo inusual, atracción por el horror y un deseo de empatía o identificación con las víctimas de la atrocidad.

¿Cuáles son los destinos emblemáticos del turismo oscuro?

Pese a que ningún país está exento del tanatoturismo, hay destinos que son particularmente buscados con ese fin como la ciudad fantasma de Pripiat, cerca de Chernobyl; las catacumbas de París; los campos de concentración y exterminio de Auschwitz; Hiroshima; Pompeya; la zona cero de los atentados a las Torres Gemelas; la isla de la muerte en Chile o la Isla de las Muñecas en Xochimilco, México.

Las plataformas digitales han sido un factor clave para impulsar la popularidad del tanatoturismo: desde series como Chernóbil, de Max, o El otro turismo, de Netflix, hasta videos de youtubers como Luisito Comunica, Lethal Crysis o Logan Paul— aunque éste último protagonizó una gran polémica en 2017, luego de visitar el bosque de los suicidios en Japón—.

El estadunidense fue blanco de fuertes críticas luego de publicar un blog de su excursión a dicho ‘atractivo’ de la provincia nipona de Aokigahara, ya que exhibió a una persona sin vida y ahorcada en uno de los árboles. Ante los reproches, bajó el video y se disculpó afirmando que su única intención era “crear conciencia sobre el suicidio”.

El caso de Logan Paul es un claro ejemplo de las implicaciones y preocupaciones detrás del turismo oscuro: que los visitantes no estén familiarizados con el carácter cultural del lugar o simplemente no tengan interés en conocer los trágicos acontecimientos.

Incluso el propio director de la miniserie de Max, Craig Mazin, hizo un llamado a los turistas que visitarían Chernobyl a “comportarse con respeto” por todas las víctimas del desastre nuclear. Esto, luego de que circularon varias fotografías y selfies en Instagram de personas sonriendo, brincando o posando en las ruinas de la ciudad fantasma: “Sí, he visto las fotos”, escribió Mazin en X.

Ambas situaciones dejan ver el dilema ético que hay detrás de este tipo de experiencias: ¿Hasta qué punto puede impulsarse este tipo de turismo sin banalizar el sufrimiento humano? Una discusión que, a ojos de expertos, está lejos de llegar a un consenso.

 

 

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