Sigue escondida esa necesidad de creer que, en ocasiones, el mal puede corromper de la manera más vil a algunas personas
Ciudad de México.- Hay algo en la humanidad que la hace proclive a la búsqueda de una verdad eterna. Ya sea mediante una tradición, una forma de vestir, la búsqueda de un destino milenario o – más común – la adoración a uno o varios dioses, los hombres tienden a seguir lineamientos marcados con hierro por sus predecesores.
No es hasta la modernidad que el hombre comienza a librarse de estas necesidades, y solo parcialmente. Viendo hacia atrás, muchas de las tradiciones que para nuestros antepasados eran naturales nos resultan horrendas, terribles, símbolo de muerte, de anarquía, de crueldad excesiva. Hoy día nos horrorizamos ante estos actos… pero muy en nuestro interior, en algún punto de la civilización occidental, sigue escondida esa necesidad de creer que, en ocasiones, el puede corromper de la manera más vil a algunas personas.
El satanismo es un ejemplo claro de esto: inmerso en el centro de la sociedad moderna, de alguna manera seduce a los jóvenes por el poder que (se supone) obtendrán o quizás por la necesidad de “rebelarse” o de hacer parte de un grupo “diferente”. Pero, al contrario que otras creencias, el satanismo suele recurrir a actos deliberadamente salvajes o agresivos precisamente para convocar a esta fuerza maligna.
En el año 2011, en el estado norteamericano de California, Moisés Meraz Espinosa – satanista practicante – decidió, por razones que aún no comprendemos, asesinar a su madre: Amelia Espinoza. La familia vivía en la ciudad de Los Ángeles, y de acuerdo con las autoridades habría frecuentes conflictos entre madre e hijo porque aquella no aceptaba sus gustos musicales y atuendos oscuros. En algún momento de su juventud el joven Moisés decidió que valía la pena cuestionar las creencias familiares y derivó, como no, en el satanismo.
Con una crueldad incomparable, Moisés estranguló a su madre y después mutiló el cuerpo sin vida. Con una sierra circular dividió su carne en cuadros y trozos (cual carnicero) que la policía más adelante encontró en el refrigerador de la casa. Moisés habría confesado el horrendo crimen porque una prima logró convencerlo de ello y se encuentra pagando 25 años de cárcel por sus actos. El juez, al enviarlo a prisión, le dijo: “No sé qué puedo decir para que cambies tu vida, pero tendrás muchísimo tiempo para pensar en ello”.
De acuerdo con las autoridades, en la casa se habría encontrado una biblia satánica y la fecha del asesinato coincidiría con una de las fechas que, de acuerdo con el libro, se dedican a los sacrificios.
El caso de Amelia se convirtió en una alerta para gran cantidad de cristianos alrededor del país sobre los peligros de las tentaciones diabólicas pero, en este portal, nos gustaría hacer una aproximación diferente al asunto: ¿qué lleva a un joven a asesinar a su madre? ¿La convicción? ¿La búsqueda de poder? ¿El odio?
¿Es posible que el culto al demonio termine por enloquecer – quizás, por posesión – a quien lo practica? Esta teoría tiene bastante fuerza para los creyentes: las tentaciones demoníacas terminan por apoderarse de las personas, encegueciéndolas con respecto al bien y al mal y de alguna manera forzándolas a cometer estos actos.
Esta teoría, un tanto sencilla, parece ser la única (además de la locura y el odio) que permite explicar tamaña atrocidad. Parece ser que en medio de nuestra “civilización” aún queda lugar para la barbarie.
Y tú, ¿cómo explicarías este acto? ¿Crees necesario apelar a una entidad sobrenatural? ¿Podría el demonio haber poseído a Moisés?