Medusa, la mujer mitológica, se ha convertido en un símbolo para las víctimas de abuso quienes encuentran en ella refugio para sobrellevar la pena
Ciudad de México.- La mujer serpiente no siempre tuvo una apariencia escalofriante. Medusa era una de las tres hermanas gorgonas (una clase de monstruo femenino). A diferencia de Esteno y Euríale, ella era la única mortal en la familia.
Ovidio fue un poeta romano considerado como uno de los más importantes en la literatura en latín. Y también fue uno de los primeros en describir cómo fue que el ser mitológico se convirtió en una terrible criatura.
La Enciclopedia de Historia Antigua cita a Ovidio de forma breve, pero impactante. Medusa era una hermosa joven y Poseidón la deseó para él. El dios de los mares la atacó y la violó dentro de un templo dedicado a Atenea.
La diosa tomó este ataque como una ofensa y castigó a la mujer dándole serpientes en lugar de cabello y con la maldición de convertir en piedra a quien mirase.
No es una noticia insólita que la mitología griega esté plagada de relatos de abuso y violencia, pero es interesante (y trágico) descubrir que Medusa aún es recordada como un monstruo cuando su único «crimen» fue ser atractiva.
La víctima fue también la única que recibió un castigo por los actos de Poseidón. E incluso Atenea creó la flauta para imitar los lamentos de Esteno y Euríale tras el asesinato de su hermana.
Medusa, la mujer mitológica, se ha convertido en un símbolo para las víctimas de violación@RLizbethWaldorf nos explica qué representa Medusa y por qué ahora usuarias en redes sociales se la están tatuando. pic.twitter.com/TmwCIcIqbS
— Ruido en la Red (@RuidoEnLaRed) September 11, 2022
Medusa resultó no ser el verdadero monstruo en esta historia.
En la mitología griega clásica
Las tres hermanas gorgonas Medusa, Esteno y Euríale eran hijas de Forcis y Ceto, o a veces de Tifón y Equidna, en ambos casos monstruos ctónicos del mundo arcaico. Esta genealogía la comparten sus otras hermanas, las Greas, como en el Prometeo liberado de Esquilo, quien ubica ambas trinidades muy lejos, en la «espantosa llanura de Cistene»:
Aunque los pintores de vasijas y talladores de relieves griegos antiguos imaginaban a Medusa y sus hermanas como seres nacidos con forma monstruosa, los escultores y pintores del siglo V empezaron a imaginarla como hermosa a la par que terrorífica. En una oda escrita en el 490 a. C. por Píndaro ya se habla de la «Medusa de bellas mejillas».
En una versión posterior del mito, narrada por el poeta romano Ovidio. Medusa era originalmente una hermosa doncella, «la celosa aspiración de muchos pretendientes» y sacerdotisa del templo de Atenea, pero cuando fue violada por el «Señor del Mar», Poseidón, en el mismo templo, la enfurecida diosa transformó el hermoso cabello de la joven en serpientes.
En la mayoría de las versiones de la historia, Medusa estaba embarazada de Poseidón cuando fue decapitada mientras dormía por el héroe Perseo, que había sido enviado a buscar su cabeza por el rey Polidectes de Sérifos.
Con la ayuda de Atenea y Hermes, que le dio las sandalias aladas, el casco de invisibilidad de Hades, una espada y un escudo espejado, el héroe fue a visitar las Grayas para que le dijeran donde se encontraba la cueva de las gorgonas.
Finalmente Perseo cumplió su misión. El héroe mató a Medusa acercándose a ella sin mirarla directamente sino observando el reflejo de la gorgona en el escudo para evitar quedar petrificado. Su mano iba siendo guiada por Atenea y así cortó su cabeza.
Las hermanas de Medusa lo buscaron para vengarse, pero Perseo escapó volviéndose invisible gracias al casco de Hades. Del cuello de Medusa brotó su descendencia: el caballo alado Pegaso y el gigante Crisaor.
Jane Ellen Harrison argumenta que «su potencia sólo comienza cuando su cabeza es cortada, y aquella potencia reside en la cabeza; es en una palabra una máscara con un cuerpo más tarde añadido… la base del Gorgoneion es un objeto de culto, una máscara ritual incomprendida».
En la Odisea, Homero no menciona específicamente a la gorgona Medusa: El pálido terror se apoderó de mí, temiendo que la ilustre Perséfone me enviase del Hades la cabeza del horrendo monstruo grisáceo