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Fernanda Cobos, psicóloga: “Los niños no quieren dar más problemas en el divorcio y callan sus sentimientos”

La especialista recomendó contar con acompañamiento terapéutico en todo el proceso de divorcio; llegue o no a términos legales.

La especialista recomendó contar con acompañamiento terapéutico en todo el proceso de divorcio; llegue o no a términos legales.
Milenio
ZOCALO | MONCLOVA
07-28-2025
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Es casi inevitable que un divorcio vaya a afectar a las y los hijos. Al final, la separación es un cambio no solicitado que repercute en sus rutinas, estilo de vida y hasta la percepción de ellos mismos, de su familia, madre y padre.

Las frases, los actos, la edad y las propias circunstancias influirán en cómo enfrentarán ese duelo. Sin embargo hay algo que debe quedar claro: nada de lo ocurrido es su responsabilidad.

“Puede haber mucha culpa si no les explicamos que no tiene nada que ver con ellos. Que es una decisión de adultos: ‘Que el que ya no seamos pareja, no tiene nada que ver contigo’”, señaló Fernanda Cobos Jarillo, psicóloga infantil

Pero no es sólo el sentimiento de culpa lo que detona un divorcio. De hecho, señaló la especialista, además del lado emocional, las afectaciones también “salpican” ámbitos sociales y hasta físicos.

 

¿Cómo afecta el divorcio a los hijos?

 

Según la edad, la niña o el niño es más o menos afectado por su nueva realidad.

Por ejemplo, explica Cobos Jarillo, resulta más ameno cuando están en sus primeros años de vida o son muy pequeños, ya que desde un inicio se van familiarizando con esa dinámica de “vivir en dos casas”.

Las primeras dudas pueden presentarse en la etapa de escolarización, cuando se percatan que existen otros tipos de familias más tradicionales— o sea, con papá y mamá viviendo juntos—. Aunque esto es “fácilmente abordado” explicándoles que existen diferentes tipos de familia; lo cual no se limita únicamente al hecho que sus padres estén o no separados: “Hay familias en las que sólo existe mamá; o sólo papá, o sólo los abuelos”.

Pero la historia es completamente diferente conforme son más grandes y las repercusiones se muestran de maneras distintas.

“Como estamos habituados a que en casa siempre están mamá y papá juntos, de repente el cambio puede ser un proceso más complicado”, dijo la especialista. “La escala en cómo les va a afectar es distinta y depende de cómo los adultos lleven a cabo el divorcio”.

 

Daños emocionales

 

Una de sus principales manifestaciones en el infante es la irritabilidad, es decir, que se molesta o llora con mucha más facilidad que antes. ¿Pero hasta qué punto es normal o, más bien, cuándo se convierte en señuelo de una afectación mayor?

Cuando los cambios son frecuentes, intensos y la duración en el tiempo es prolongada. (...) Si yo noto que los cambios de humor son cada vez más intensos o presentes, sería un foco de alarma”, respondió la psicóloga. “Si tiene un año que me divorcié, todavía es un tema sensible. Pero la irritabilidad, el aislamiento y todo esto debería ir disminuyendo”.

Sin embargo, en cuestión de tiempo, no hay una respuesta correcta ni certera. Todo dependerá de cada familia y su proceso.

“Si ya pasaron dos años, pero durante esos años cada que nos vemos nos peleamos o siempre le digo que le hable al papá para la manutención, pues es un proceso complicado. Mientras más rápidos establezcamos estas rutinas y llevemos lo más pacífico el proceso de divorcio, es más fácil la adaptación”.

Relaciones sociales

 

El proceso también puede afectar al rendimiento académico. Incluso, se muestra mucho más aislado no sólo de sus amigos del colegio, también de sus familiares.

De hecho, comentó Cobos, el aislamiento social predomina en aquellas hijas e hijos únicos, pues “todo el cambio lo están viviendo solos”. No así cuando hay hermanos, quienes fungen como compañeros y hacen el proceso más llevadero.

“Al final (piensan): ‘Nos tenemos el uno al otro. Tal vez arriba las cosas no están funcionando muy bien, pero aquí entre iguales nos tenemos el uno al otro”.

Por ello, Cobos recomienda que se cuente con acompañamiento terapéutico en todo el proceso.

“Los niños piensan o tienen la creencia de que ‘No les quiero dar problemas. Si yo habló de cómo me siento o qué me afecta o que estoy triste o que extraño a mamá o a papá, va a ser agregar más problemas’. Y muchas veces los niños se callan”.

 

¿Y si mi hijo tiene que ir al juzgado?

 

Aunque lo más recomendable es mantener a las y los hijos alejados de los “asuntos de adultos”, existen casos donde deben enfrentarse a ese mundo; especialmente, cuando la separación llega a términos legales.

En esas circunstancias la primera— y más importante— recomendación es llevar el proceso con acompañamiento terapéutico, pues es un procedimiento repetitivo, difícil y hasta doloroso para las partes implicadas.

“A veces los niños ni siquiera están entendiendo bien qué pasa (...) Todo es muy abrumante para ellos”.

Asimismo, la parte legal puede despertar el sentimiento de culpa en las y los hijos, pues, usualmente, en estos niveles una u otra parte (o incluso ambas) inevitablemente resultan perjudicadas. Ya sea porque se pelea la custodia, la manutención o hasta asunto que pudiera ameritar cárcel.

“Tú como hijo, vivir todo eso y saber que estás yendo a un juzgado para afectar al otro, es muy difícil (...) Saber que estoy actuando en tu contra es muy fuerte”.

Parte de esta reacción ocurre por la percepción que las y los niños suelen tener— o se les inculca— sobre el matrimonio. Quizá un amor incondicional; una unión de respeto y afecto; un vínculo donde se quieren y se procuran entre ambas partes, etcétera.

De ahí que, antes de enseñarles cómo funciona un matrimonio, es primordial inculcarles el concepto de la familia: ¿Qué tipo de familia somos? ¿Cómo me siento en esta familia? ¿Me siento escuchado?

“Entender que no es un amor incondicional. Pero mientras estamos juntos, es un espacio seguro para todos”.
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