Una muerte prenatal es cuando un bebé muere a las 28 semanas de embarazo o después.
Saltillo, Coah.- En todo el mundo, el acceso de las mujeres a servicios de atención de salud varía y, en muchos países, los hospitales y las clínicas carecen muy a menudo de recursos y personal.
Muchas parejas que pierden un bebé durante el embarazo desarrollan problemas de salud mental que pueden durar meses o años, aunque después tengan bebés sanos.
¿Que es la muerte prenatal?
Una muerte prenatal es cuando un bebé muere a las 28 semanas de embarazo o después. Cada año hay 2,6 millones de mortinatos y muchas de estas muertes se pueden prevenir. Sin embargo, los abortos y las muertes prenatales no se registran sistemáticamente, ni siquiera en los países desarrollados, lo que lleva a pensar que las cifras todavía podrían ser más elevadas.
En ocasiones, según la política del hospital, el cuerpo del bebé se trata como un desecho clínico y se incinera. A veces, cuando una mujer descubre que su bebé ha muerto, debe llevarlo en su vientre durante semanas antes de poder dar a luz. Aunque pueden existir razones clínicas para ello, es una situación angustiante para la mujer y su pareja. Incluso en países desarrollados, en ocasiones la mujer da a luz a su bebé muerto en la unidad de maternidad, rodeada de mujeres con bebés sanos, lo cual puede resultarle doloroso y recordarle su pérdida.
No todos los hospitales y clínicas pueden adoptar nuevas políticas o proporcionar más servicios. Esta es la situación en sistemas de salud desbordados. Sin embargo, no cuesta nada fomentar una mayor sensibilidad con las parejas en duelo y acabar con el tabú y el estigma vinculados al hecho de hablar de la pérdida de un bebé.
En España en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla la habitación número 8 está reservada para casos especiales. Cuando en la puerta de esta habitación hay adherida una mariposa de papel quien entra ya sabe que se encontrará a una madre que acaba de dar a luz a un bebé fallecido. Se trata de un hospital público que ha invertido en esto con la esperanza de que se propague a otros hospitales.
La podrán encontrar acompañada de sus familiares, y cerca de la cama una cuna de bebé. Hasta aquí todo lo esperable en una situación de posparto, salvo que la cuna está refrigerada y el bebé ha fallecido.
En este hospital llevan años aplicando un cuidado especial a las parejas que pasan por esta situación de duelo y el resultado hasta ahora ha roto todos los tabúes que procuran silenciar y olvidar lo que ha ocurrido.
En una situación de acompañamiento y de naturalización del proceso, la madre se siente orgullosa de haber dado a luz a su bebé, aunque supiera que no vería la luz; el duelo se acompaña de este modo del reconocimiento, como en cualquier otra circunstancia en que se pierde a un ser querido: se le da un nombre y unos apellidos, se obtienen recuerdos de él, se toman fotografías, se le toca, se le abraza. No en vano a la ‘cuna fría’ se la conoce también como la ‘cuna de abrazos’.
La habitación está lo más alejada posible del resto de las del paritorio para evitar que se oiga el llanto de otros bebés o a otras mujeres de parto.
Es la habitación más íntima, la última que se ocuparía en caso de necesidad, pero que se reserva en circunstancias normales para la muerte perinatal, cuyo símbolo es la mariposa. Según el personal sanitario que atiende estos partos, las estadísticas están infravaloradas y se calcula que uno de cada cinco gestaciones acaba con la pérdida del bebé.
‘Cunas frías’ existen en otros hospitales del país, pero siempre son resultado de donaciones de padres que han pasado por este trance o asociaciones de apoyo, nunca, como ahora, han sido instaladas por cuenta del hospital, lo que hace que Valdecilla marque un camino de mayor implicación en los cuidados humanos de las personas ingresadas, incluido el proceso de un nacimiento sin vida.
La mariposa en la puerta advierte a todo el que la franquee, y que no esté en sobreaviso, que ha de tener una especial sensibilidad con los ocupantes de la habitación.
En su interior hay todos los aparatos de cuidado habituales en estos casos, con el añadido de la ‘cuna de abrazos’ y una serie de material que se facilita a la familia: como la ropa que ha usado el recién nacido, incluido un gorro diminuto, las huellas de la planta del pie y de la mano, dípticos informativos y una caja de recuerdos que contiene a su vez otra caja para guardar cabello y material como un certificado de nacimiento que, sin validez oficial, se le facilita a los progenitores con el nombre y los apellidos del bebé.
El certificado no genera derechos. Sirve para obtener una copia del nacimiento de un hijo. Los bebés que fallecen en el vientre materno por debajo de los seis meses no pueden inscribirse. “Soy partidaria de que se rebaje el tope hasta que se respete el deseo de la familia, porque es un papel simbólico que les reconoce como padres”, asegura la vicepresidenta de ‘El hueco de mi vientre’, una asociación que apoya a los padres que pasan por este duro trance.
Está demostrado que las madres que pudieron estar con su bebé fallecido durante el tiempo que desearon han experimentado menos ansiedad hasta tres o cuatro años después de la pérdida y tuvieron una recuperación física mejor al reducirse los signos deterioro físico.