Los efectos de la música del “Conejo Malo” en el cerebro también refuerzan el sentido de comunidad entre quienes asisten a sus conciertos debido a la conexión colectiva
Bad Bunny se ha convertido en un fenómeno de la música urbana en todo el mundo haciendo de cada nuevo lanzamiento un éxito en la industria. En medio del debate que sus temas han generado, científicos vieron más allá en un análisis con el que descubrieron que las canciones de artistas como el “Conejo Malo” activan neurotransmisores que generan una sensación de placer y euforia en quienes las escuchan.
El estudio fue realizado por el Colegio de Químicos de Puerto Rico (CQPR) y este lunes 30 de junio se presentaron los resultados, en los que también señalan que el fenómeno que representa el cantante puertorriqueño también significa una oportunidad para educar sobre temas de gran relevancia a nivel mundial como la sostenibilidad, la salud mental colectiva y la transición energética.
El estudio se realizó a unos meses de que arranque la gira “Debí tirar más fotos World Tour” que contempla presentaciones en 18 países, incluyendo su natal Puerto Rico. En este expertos indican que la música de artistas como Benito -como también es llamado el cantante- activa neurotransmisores, como dopamina, serotonina y oxitocina, generando placer, bienestar y euforia.
“El fenómeno cultural que representa Bad Bunny también es una oportunidad científica para educar sobre temas urgentes como la sostenibilidad, la salud mental colectiva y la transición energética”, explicó María Santiago Reyes, miembro y pasada presidenta del CQPR, en un comunicado retomado por la agencia EFE.
El Colegio de Químicos de Puerto Rico puntualizó en que el estudio no se realizó con una perspectiva desde la industria del entretenimiento, sino desde la química celebra, la innovación energética y el impacto ambiental. Sobre esto último, indicaron que eventos masivos como los conciertos del reguetonero general toneladas de residuos sólidos, incrementan las emisiones de carbono por transporte y requieren altos niveles de energía no renovable.
Los científicos explicaron que los efectos positivos en el cerebro generados por la música de Bad Bunny también generan un fuerte sentido de comunidad entre los asistentes: “La gente no solo baila, también se conecta bioquímicamente”.
“La química del cerebro explica por qué miles de personas se sienten tan emocionalmente vinculadas a estas experiencias masivas”, añadió María Santiago Reyes.