El derecho a la protesta es inalienable. No está sujeto a regateos. Cualquiera puede -y debe incluso- ejercerlo en algún momento que considere necesario. Sin cortapisas. Aunque una cosa es protestar, legítimo, y otra directamente oponerse a todo por sistema, asumiendo un concepto de rebeldía mal entendida. 

Saltillo es una ciudad peculiar. La gran mayoría detesta el conflicto y muestra de forma pasiva su conformidad con el status quo, lo cual se confunde a veces con apatía. Quien desde su individualidad intenta obtener apoyo masivo a una causa, la que sea, encuentra generalmente una resistencia que puede llegar a frustrar en algún momento y como reacción culpar a terceros. Es eso, o que simplemente no ha tenido la capacidad para convencer a otros de su iniciativa. 

Es el caso de una parcialidad pequeña vinculada con Morena en la capital, prácticamente los mismos de siempre, identificados por nombre y apellido y con los dedos de la mano como habituales manifestantes independientemente del caso que se trate. Soportados en el mundo digital por cuentas en redes sociales (no más de 70 plenamente identificadas también, mismas que interactúan entre sí sin influenciar a otros círculos o burbujas de interacción con sus publicaciones machaconas) que se encargan de diseminar odio y polarizar el ambiente desde la cobardía del anonimato y los seudónimos (que para el caso es lo mismo). 

En 2023, en la víspera de someterse a votación la continuidad de Aguas de Saltillo como empresa paramunicipal, adherida ésta con un proyecto de infraestructura hidráulica para garantizar el abasto hasta 2040, iniciaron una serie de manifestaciones antes, durante y después de la determinación, la cual se votó en sentido positivo (así el uso y explotación de la red de agua potable y alcantarillado, originalmente por un término de 25 años que vencía en 2026, se amplió hasta 2034 en el Congreso del Estado). 

A falta de relevancia social y agenda propia, Morena Coahuila (que para efectos prácticos se reduce a Morena Saltillo con escasos apéndices fragmentados y diseminados en el resto del estado), ha adoptado externamente como causa el tema del agua. Su defensa, le llaman. Y se han sumado a una narrativa maniqueísta y dogmática, panfletaria: los españoles como causa del problema de desabasto. 

Dicho de otra forma: a exaltar el chauvinismo. Y politizar, en el sentido más deshonroso del verbo. Es decir, no como sinónimo de debatir, sino de basurear. Y sacar raja, desde luego. 

Que si expolian nuestros recursos naturales como en tiempos de la Nueva España, y demás ficciones que simplemente buscan el aplauso fácil y apuntan al tendido de sol (y que solamente los más chairos -o sea los más dogmáticos, fundamentalistas y emocionales, aunque carentes de razón y argumentos- repiten). 

Con el pretexto de un presunto saqueo por parte de Coca-Cola, merced a un proyecto en ciernes que construye la empresa en la capital (y que nada tiene que ver con extracción de agua, según lo revisado en Conagua y Semarnat), esa misma facción de Morena ha convocado a estudiantes (así sin identificar, en genérico para que parezcan muchos, colectivo que sirve como carne de cañón por excelencia) a una concentración-marcha para mañana en el punto de mayor tráfico vehicular en la ciudad, justo el día y a la hora que más daño infringe a la dinámica semanal: lunes a las 7 de la mañana. Émulos de la CNTE. 

Hay señalamientos pero no un diagnóstico serio. De acuerdo: no son especialistas; sin embargo ninguno propone algo nuevo, simplemente atizan el resentimiento social con sofismas, falacias y falsos dilemas para eventualmente capitalizar simpatías. A eso le llaman oposición. 

El enfoque llama la atención por lo primitivo. Como si Morena fuese sinónimo de agua, y como si un eventual cambio de emblema en la Presidencia Municipal recargase mágicamente las fuentes subterráneas y de la noche a la mañana, con la toma de protesta de una administración guinda, hubiese líquido interminable por las tuberías y gratis para todos por ser un derecho humano. 

Nada más alejado de la realidad. 

No mencionan, por ejemplo, la responsabilidad ciudadana y corresponsabilidad social en el asunto. En el populismo y demagogia que manejan (la ignorancia es muy atrevida, por lo demás) no cabe la posibilidad de trasladar a los habitantes la parte que les corresponde, como sería lo sensato (aunque, en el camino, se pierda preferencia electoral) y necesario para que funcione la ciudad con un millón de habitantes que originalmente se fundó sobre un abastecimiento de pozos profundos hace 445 años, sin aguas superficiales ni presas. 

Cortita y al pie 

Saltillo ya no es el pueblo de adobe, tamales y pan de pulque concentrado en el centro de la ciudad. Por el contrario: es una urbe dispersa, marginal, en constante crecimiento. Los 400 mil habitantes anteriores a la llegada de GM se triplicaron en 40 años. Lógicamente la demanda del servicio de agua potable con ello. No se puede seguir atado a la piedra ni añorando el ayer. El ecosistema no es nuevo. Somos un semidesierto y el agotamiento de recursos hídricos es el principal problema de la entidad. 

La última y nos vamos 

Por ello un Ayuntamiento para ser eficiente tiene que delegar, no concentrar atribuciones bajo el argumento de la soberanía y autonomía municipal. Principalmente cuando se trata de aspectos técnicos trascendentales. Entre más alejados de la grilla, mejor, especialmente cuando la ciudad -de acuerdo con el Plan Municipal de Desarrollo 2022-2024- aumentará al doble la demanda de agua en un plazo de sólo 14-15 años y se debe actuar en consecuencia. 

No es un asunto menor tener agua entubada en su domicilio y para dimensionarlo sólo basta ver al vecino Monterrey, así sean otras las circunstancias. 

No hay secretos: los técnicos a lo técnico, los especialistas a su materia, y los grillos de ocasión al basurero de la historia.