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El experimento judicial que salpica a todos: ‘Juris’, Tribunal de Coahuila, acordeones del Bienestar…

La descomposición de la justicia federal pasa por Torreón y tiene al saltillense José Daniel Olvera López por representante.

La descomposición de la justicia federal pasa por Torreón y tiene al saltillense José Daniel Olvera López por representante.
REDACCIÓN
ZOCALO | MONCLOVA
09-30-2025
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La descomposición de la justicia federal pasa por Torreón y tiene al saltillense José Daniel Olvera López por representante.

A sus 26 años de edad (nada en contra de la juventud, por lo demás) nuestro personaje se convirtió el pasado 1 de junio en juez federal de distrito en materia penal gracias a las elecciones más desairadas de la historia contemporánea, y desde el 1 de septiembre despacha en el Centro de Justicia Penal Federal en el Estado de Coahuila, con sede en Torreón.

Es hijo de Guadalupe Olvera Patena, ex representante de Movimiento Ciudadano en el órgano electoral y alguna vez candidato por UDC en Saltillo, además de comentarista en medios de comunicación locales.

Se graduó luego de seis años (no cinco, como regularmente ocurre) apenas en 2022 de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Autónoma de Coahuila, como parte de la generación 74, y en 2023 obtuvo su cédula profesional; como egresado, durante dos años (2022-2024) trabajó en el Poder Judicial de Coahuila en asuntos de índole civil. En el Tribunal Superior de Justicia del Estado era uno de los ‘Mery Boys’, y fue aprobado por éste, Miguel Felipe, entonces Consejero Presidente del extinto Consejo de la Judicatura, como actuario mediante una “evaluación de méritos” publicada en diciembre de 2023.

Mañana cumple su primer mes en el cargo para el cual resultó electo en la que, para algunos, no pocos de los 386 favorecidos en el país, significa su primera chamba.

Fue propuesto por el Poder Legislativo y en duda se pone su idoneidad como aspirante valorada por el Comité de Evaluación.

Sus actuaciones, hasta ahora, van más allá de los gazapos o titubeos propios de una nueva responsabilidad. Tampoco está recreando en su persona el principio de Peter (ascender en la pirámide de jerarquía, como empleado, hasta alcanzar su nivel de incompetencia). En este caso, y en otros tantos exhibidos el último mes respecto a nuevos juzgadores, la curva de aprendizaje pinta para ser velódromo: un circuito que cuando termina de recorrerse, inicia otra vez.

El sistema basado en la meritocracia y un servicio de carrera, inexistente en otras esferas del poder pero sí presente en el Judicial, fue desmantelado y socavado en aras de sustituir sus integrantes por otros, afines al régimen y tontos útiles, como Olvera, electos de manera antidemocrática.

Este ganó por aparecer en los acordeones que indicaban la manera de votar y que fueron repartidos impresos en papel por la estructura de Morena. Con 129 mil 435 votos, dos a uno contra su competidor, quien obtuvo 63 mil 532. Hubo más votos nulos y papeletas en blanco, para dimensionar.

Se trató, en los hechos, de una elección entre sólo dos candidatos varones: Olvera, y Carlos Emmanuel Jaime Castro, en el distrito judicial 2 del circuito judicial 8, el cual abarca la franja sur de Coahuila, de Saltillo a Torreón, y alcanza La Laguna de Durango. Regiones Sureste y Laguna.

Ahora bien, probablemente la materia penal sea la más folclórica de todas cuantas existen en el derecho. Asociada con la criminalidad por obvias razones, aunque también con la pobreza y el mal gusto. Materia de memes en redes sociales. En ese mundillo se desenvolverá los próximos nueve años, no por capacidad, sino por “ser pueblo” (lo que sea que eso signifique al contentillo de los manipuladores temporales en el poder) y por cubrir una cuota identitaria.

Su irrupción es una consecuencia directa de la cooptación del Poder Judicial, e indirecta de “la política de la identidad”. Aquella que se caracteriza por “su creciente énfasis expresivo” y donde “abundan las performances y los disfraces, los gestos sorprendentes y el desafío al sentido común en lugar de los discursos conceptuales, la gestualidad sosegada y la apelación a lo razonable, que hasta hace poco se consideraban virtudes en la política”, como ha descrito el filósofo chileno Carlos Peña en su libro La política de la identidad: ¿el infierno son los otros? (Taurus, 2021).

El autor afirma: “Incluso, y esto ocurre cada vez con mayor frecuencia, se pretende que la autocomprensión del grupo sea un límite a lo que los demás puedan decir de él. De este modo, referirse en términos críticos a la cultura de un pueblo originario, suele ser tildado de racismo; o no compartir alguna particular forma de feminismo, misoginia”.

En ese sentido, los propagandistas del régimen apuestan que al criticar los nuevos jueces del Bienestar, se cometan excesos verbales para poder victimizarlos y enderezar hacia los críticos adjetivos como clasistas y racistas, entre otros, como única opción ante la falta de argumentos en su defensa (que nadie les pidió, por lo demás). Y que prevalezca entonces el nuevo status quo.

El quid de la cuestión, sin embargo, está en otra parte: no estamos dimensionando que un juez sin conocimientos, como un médico sin preparación en el quirófano, te puede destruir la vida en sus manos.

El 18 de septiembre circuló un video de Olvera, durante una audiencia de un juicio oral celebrada ese día, experimentando con la libertad de las personas. Un recluso del Cefereso de Ramos Arizpe, básicamente.

Trece minutos y 15 segundos de dispensas, recesos para leer sus notas, sustituciones, amonestaciones, desconocimiento ya no sólo de protocolos, sino de términos básicos del derecho. Para salir al paso, y salvarse a sí mismo, decretó un receso indefinido del juicio, y ante la duda y el desconocimiento sobre qué hacer en concreto, agarró sus papeles del escritorio y salió huyendo de la sala de juicios orales, demostrando no sólo notoria ineptitud, sino también descuido en el ejercicio de la función jurisdiccional, lo cual en otros tiempos, más sensatos, sería motivo de inhabilitación. Incluso existe tesis jurisprudencial al respecto.

 

Cortita y al pie

Y luego está la responsabilidad social de la Facultad de Jurisprudencia de la UAdeC, como alma mater del juzgador. Una institución que a últimas fechas entretiene a sus alumnos con torneos de pádel o excursiones a trepar cerros, correr 5K o asar ribeye, sembrar arbolitos o concursos de canto, pero no enseña lo fundamental: a pensar. Ya no digamos preparar para ser jueces. Ha escrito Eduardo J. Couture en su decálogo del abogado: “el derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando”.

 

La última y nos vamos

Y Torreón, la sede del problema, mientras tanto, entretenido con la discada más grande del mundo. Todo mal.

 

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