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¿Por qué Tailandia y Camboya parecen estar cerca de una guerra?

Un choque armado ha dejado una docena de muertos e hiriendo a decenas, en medio de una crisis política en Bangkok tras la filtración de una polémica llamada entre la primera ministra tailandesa y el veterano líder camboyano

Un choque armado ha dejado una docena de muertos e hiriendo a decenas, en medio de una crisis política en Bangkok tras la filtración de una polémic
La primera ministra tailandesa, Paetongtarn Shinawatra , ha sido acusada por se condecendiente con camboya | Reuters | Diseño: Bernardo Morato
Excelsior
ZOCALO | MONCLOVA
07-24-2025
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Tailandia y Camboya intercambiaron disparos a lo largo de su disputada frontera este jueves, llevando las relaciones entre ambos países del sudeste asiático a su punto más bajo en décadas. Las tensiones fronterizas, alimentadas durante meses, estallaron en violencia y contribuyen a una crisis política en Tailandia que recientemente llevó a la suspensión de la primera ministra, Paetongtarn Shinawatra.

Al menos 12 personas (incluyendo 11 civiles y un soldado tailandés) han muerto en los choques y decenas más han resultado heridas. Es el episodio más grave desde 2011, cuando enfrentamientos similares dejaron unos 17 fallecidos.. ¿Qué es lo que sabemos de esta escalada y el trasfondo histórico y político que la rodea?

¿Qué pasó entre Tailandia y Camboya en las últimas horas?

Los combates comenzaron al amanecer del jueves cerca del antiguo templo de Ta Muen Thom, un santuario jemer —la etnia predominante en Camboya— en la frontera cuya soberanía ha sido objeto de disputa durante décadas. Según testigos, se oyeron disparos alrededor de las 6:00 de la mañana en esa zona selvática. Ambos se acusan de haber abierto fuego primero.

El Ejército Real Tailandés afirmó que soldados camboyanos armados con lanzacohetes se aproximaron a un puesto militar en la provincia de Surin y “abrieron fuego primero”, hiriendo a varios de sus soldados. Por su parte, Camboya denunció una “incursión no provocada” de tropas tailandesas en su territorio, asegurando que sus fuerzas respondieron en defensa propia tras el atropello.

“Las fuerzas camboyanas habían ‘iniciado el uso de armas y disparado contra territorio tailandés’,” declaró Paetongtarn Shinawatra en redes sociales, respaldando la versión de su Ejército sobre quién comenzó las hostilidades.

Las autoridades militares tailandesas dijeron que Camboya disparó cohetes de artillería contra zonas civiles en cuatro provincias tailandesas, lo que llevó a desplegar seis aviones de combate F-16 para atacar objetivos en territorio camboyano. Ante la inminencia de los ataques, se ordenó la evacuación inmediata de comunidades fronterizas en Surin. Unas 40 mil personas de 86 pueblos fueron trasladadas a refugios más seguros ante el fuego de artillería camboyano.

Camboya rechaza haber iniciado las hostilidades. Hun Manet, el primer ministro camboyano, afirmó que su país “no tenía otra opción que responder con la fuerza armada contra esta invasión armada”. Funcionarios de Phnom Penh sostienen que soldados tailandeses abrieron fuego primero en el templo disputado, y que las tropas camboyanas devolvieron el fuego unos 15 minutos después de iniciado el enfrentamiento inicial.

En un comunicado, el Ministerio de Defensa camboyano “condenó en los términos más enérgicos la agresión imprudente y hostil” por parte de Tailandia, instando a Bangkok a cesar sus acciones militares.

Las primeras horas del enfrentamiento dejaron escenas dramáticas a ambos lados de la frontera. En Tailandia, las autoridades reportaron que bombardeos camboyanos con artillería pesada alcanzaron zonas civiles, incluyendo el impacto de cohetes en un mercado y en un hospital de la provincia de Surin. Entre los muertos en territorio tailandés se cuentan un niño y varias mujeres, según el Ministerio de Sanidad de Tailandia.

Once civiles tailandeses y un soldado fallecieron en total, y al menos 31 personas resultaron heridas, entre ellas menores de edad.

“La artillería cayó sobre las casas de la gente”, describió un jefe distrital de Surin, añadiendo que miles de habitantes huyeron a refugios improvisados.

Videos difundidos por medios locales mostraron a residentes —incluyendo ancianos y menores— corriendo hacia búnkeres de concreto y trincheras reforzadas con sacos de arena mientras se escuchaban explosiones y ráfagas de fondo.

En Camboya, las autoridades no divulgaron inmediatamente sus bajas. Phnom Penh acusó a la fuerza aérea tailandesa de lanzar bombas desde F-16 en su territorio, afirmando que dos proyectiles cayeron sobre una carretera en la provincia de Oddar Meanchey, cerca del área del templo Ta Muen Thom.

“Condenamos enérgicamente la agresión militar imprudente y brutal del Reino de Tailandia contra nuestra soberanía e integridad territorial”, declaró el Ministerio de Defensa camboyano.

Según el ex primer ministro Hun Sen —hoy presidente del Senado camboyano y líder de facto de ese país—, dos provincias de Camboya fueron atacadas con fuego de artillería procedente de Tailandia. Las fuerzas armadas de Camboya anunciaron que permanecen en “alerta máxima” y advirtieron que responderán a cualquier nueva incursión de tropas tailandesas.

Los combates se extendieron a lo largo de la jornada a varios puntos calientes de la frontera de 817 kilómetros que separa a las dos naciones. Para la tarde del jueves, se registraban enfrentamientos simultáneos en al menos seis zonas limítrofes, según fuentes militares tailandesas, con intercambios de disparos y artillería intermitentes.

Bangkok ordenó el cierre total de todos los pasos fronterizos con Camboya hasta nuevo aviso y anunció que está lista para “intensificar sus medidas de autodefensa” si continúan los ataques desde el lado camboyano.

Tailandia también recortó el suministro eléctrico e internet hacia algunas áreas camboyanas cercanas a la frontera, en un intento por presionar a los supuestos grupos delictivos asentados allí y acusados de operar centros de estafa transfronterizos.

¿Una crisis externa o también interna?

El estallido militar ocurre en paralelo a una crisis política en Bangkok que ha debilitado al gobierno tailandés. A mediados de junio, la primera ministra Paetongtarn Shinawatra intentó rebajar las tensiones fronterizas con Camboya mediante una llamada telefónica a Hun Sen. Lejos de resolver el conflicto, la conversación privada se filtró en redes sociales y desató una tormenta política en Tailandia.

En el audio, Paetongtarn parecía adoptar un tono deferente con Hun Sen —a quien llegó a llamar “tío”— y le dijo que “gestionaría” lo que él necesitara, al tiempo que criticaba a un alto comandante del ejército tailandés por “querer hacerse el duro”. Estas declaraciones, realizadas por la mandataria en confianza a un antiguo aliado de su familia, fueron percibidas dentro de Tailandia como una humillación nacional y una intromisión inapropiada en política exterior.

La indignación fue inmediata. Miles de manifestantes salieron a las calles de Bangkok con banderas y pancartas para exigir la renuncia de Paetongtarn Shinawatra. El escándalo galvanizó a sectores nacionalistas y monárquicos —incluyendo al movimiento de los “camisas amarillas”, acérrimos adversarios de la familia Shinawatra—, que acusaron a la primera ministra de tener un “corazón jemer” y de socavar la soberanía tailandesa por supuestamente doblegarse ante Camboya.

Paetongtarn se apresuró a pedir disculpas públicas por la filtración y alegó que sus palabras fueron una “táctica de negociación” para evitar un conflicto. Sin embargo, esto hizo poco por calmar la furia de la oposición.

El daño político ya estaba hecho. El poderoso partido Bhumjaithai, el segundo más grande de la coalición gobernante, abandonó el gobierno alegando que la llamada comprometía la seguridad nacional y la integridad territorial de Tailandia. Esta deserción dejó al oficialismo pendiendo de un hilo, con apenas una estrecha mayoría parlamentaria. Grupos opositores presentaron peticiones ante el Tribunal Constitucional y la comisión anticorrupción para que investigaran la conducta de Paetongtarn. A finales de junio, decenas de miles de personas se congregaron en la rotonda del Monumento a la Victoria de la capital, en una de las protestas antigubernamentales más grandes del último año.

Bajo intensa presión en la calle y en el parlamento, Paetongtarn enfrentó también advertencias soterradas del poderoso grupo militar de Tailandia. Figuras de la oposición insinuaron la posibilidad de un nuevo golpe de estado —un fenómeno recurrente en la política tailandesa— si la situación escapaba de control.

Finalmente, a inicios de julio, el Tribunal Constitucional suspendió a Paetongtarn Shinawatra de sus funciones mientras considera acusaciones de mala praxis gubernamental derivadas del incidente de la llamada.

Su vice primer ministro, Phumtham Wechayachai, asumió como primer ministro interino. 

“Tenemos que ser cuidadosos. Seguiremos el derecho internacional”, declaró Phumtham esta semana al referirse a la delicada situación en la frontera.

Pese a la crisis, Paetongtarn —de 38 años y heredera de la influyente dinastía política fundada por su padre, el exprimer ministro Thaksin Shinawatra— ha indicado que no renunciará voluntariamente. Su futuro político, sin embargo, pende de la resolución judicial y de la capacidad de su menguante coalición para sobrevivir a una inminente moción de censura en el parlamento.

¿Por qué Tailandia y Camboya están enfrentados?

El conflicto actual no puede entenderse sin examinar la larga disputa territorial entre Tailandia y Camboya. La raíz del problema se remonta a inicios del siglo XX, cuando durante la época colonial se trazaron mapas fronterizos ambiguos. Varias porciones de la línea divisoria quedaron sin demarcar tras la independencia de Camboya en 1953, sentando las bases de reclamaciones traslapadas.

Phnom Penh nunca aceptó completamente los límites heredados del dominio francés y ha recurrido en varias ocasiones a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) para dirimir la cuestión.

Un hito importante ocurrió en 1962, cuando la CIJ otorgó a Camboya la soberanía sobre el histórico templo de Preah Vihear, un santuario hindú en la cima de un risco en la frontera norte. La decisión indignó a muchos en Tailandia —Preah Vihear es considerado parte del patrimonio cultural thai— y las tensiones nunca desaparecieron del todo.

Décadas más tarde, en 2008, Camboya inscribió a Preah Vihear como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, lo que reavivó el fervor nacionalista en ambos países.

A partir de entonces, se registraron choques armados esporádicos pero recurrentes en distintos puntos de la frontera disputada. La peor escalada ocurrió en 2011, cuando tropas tailandesas y camboyanas intercambiaron fuego de artillería pesada durante aproximadamente una semana, dejando al menos 15 a 17 muertos (incluyendo civiles) y desplazando a decenas de miles de personas de las aldeas fronterizas.

Aquella confrontación se centró en torno a los templos de Preah Vihear y Ta Krabey, y fue necesaria la mediación internacional —incluso la intervención de la CIJ nuevamente en 2013— para lograr un cese al fuego y aclarar la soberanía de los alrededores del templo. Desde entonces, la paz ha sido frágil. 

Más de un siglo de disputas fronterizas ha creado resentimientos latentes y una atmósfera donde cualquier incidente puede escalar rápidamente. Ambos gobiernos han utilizado a menudo la retórica nacionalista para afianzar apoyo interno, presentándose como defensores de la integridad territorial.

Es en este contexto que la situación actual cobra forma: una serie de incidentes recientes encendió la mecha de la confrontación. A fines de mayo de 2025, una escaramuza en la misma zona de Ta Muen Thom resultó en la muerte de un soldado camboyano, marcando el inicio de la actual escalada.

En respuesta, ambos países reforzaron sus guarniciones en la frontera y comenzaron a tomar medidas punitivas mutuas. Camboya prohibió temporalmente importaciones de combustible tailandés, mientras que Tailandia cerró varios cruces fronterizos menores y restringió el comercio con su vecino.

La tensión subió otro peldaño la semana pasada, cuando en pleno patrullaje fronterizo un soldado tailandés perdió una pierna al pisar una mina terrestre en un área disputada. Fue el segundo incidente similar en pocos días, lo que llevó a Bangkok a acusar a Camboya de colocar minas nuevas para frenar el avance tailandés.

Camboya negó enfáticamente la acusación, argumentando que los soldados tailandeses probablemente se salieron de las rutas seguras y detonaron minas antiguas remanentes de las guerras pasadas. El país es de los que tiene más sembradíos de minas del mundo, legado de su guerra civil y del régimen de Pol Pot, con millones de artefactos explosivos enterrados en su suelo.

Independientemente del origen de esas minas, el efecto político fue inmediato: Tailandia anunció el retiro de su embajador en Camboya y expulsó al embajador camboyano en Bangkok el miércoles por la noche. Camboya respondió en espejo expulsando al representante tailandés al día siguiente. Para entonces, ambos ejércitos ya estaban en máxima alerta y listos para el combate, lo que derivó en el enfrentamiento abierto del jueves.

¿Y ahora qué?

La comunidad internacional ha expresado preocupación por esta peligrosa confrontación entre dos miembros de la ASEAN. El primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim, ejerciendo la presidencia rotatoria del bloque regional, ofreció mediar y urgió a una desescalada inmediata de la violencia. China, que mantiene estrechas relaciones con ambos países, también manifestó su inquietud y se declaró dispuesta a “desempeñar un papel constructivo” para rebajar las tensiones. Naciones Unidas instó al diálogo, recordando los mecanismos legales existentes para resolver disputas territoriales pacíficamente.

 

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