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Elon Musk, ¿el hombre adecuado para la economía de EU?

Si Musk cambia Washington, los gobiernos de Europa lo usarían como inspiración para rediseñar sus países.

Elon Musk será el líder de la estrategia gubernamental en el gobierno del republicano. | Foto:Reuters
Milenio
ZOCALO | MONCLOVA
11-28-2024
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Ciudad de México.- Después de transformar el negocio del automóvil con su talento técnico y su ojo para la logística, el genio del área de la bahía intentó hacer lo mismo en Washington. Tenía antecedentes de apoyar a un partido político diferente al del presidente que lo nombró. Pero no importa. Si el estado pudiera adoptar los métodos eficientes de este industrial de vanguardia, todos ganarían.

Al final, Robert McNamara, el hombre de Ford que se convirtió en jefe del Pentágono durante la guerra de Vietnam, fue un trágico fracaso en el gobierno. Su nombre es todavía un sinónimo de la aplicación incorrecta de la fría razón a la confusión de la vida pública. ¿Elon Musk, en su búsqueda de racionalizar el Estado, lo hará mucho mejor?

Es Europa la que debe esperar que así sea, no Estados Unidos (EU). Un continente que está agotado de ideas y confianza necesita un modelo de reforma que emular. En todo caso, Musk está desperdiciado en EU. Lo que está mal con el gobierno federal no ha impedido que la nación alcance un éxito económico exorbitante. Los impuestos son complejos, pero competitivos según los estándares occidentales. La deuda pública es alta, pero el emisor de la principal moneda mundial puede salirse con la suya en muchas cosas. La intervención del gobierno, en particular en materia antimonopolio, se endureció bajo el mandato de Joe Biden, pero no hasta el nivel europeo. En cuanto al “Estado profundo”, el presidente, que puede hacer alrededor de 4 mil nombramientos, tiene más control sobre el ejecutivo que en otras democracias.

Ahora pensemos en Europa. Sus principales economías, incluida Gran Bretaña, tienen cargas fiscales que son altas para sus propios estándares en tiempos de paz, por no hablar de los de EU. Aparte de Alemania, tienen una deuda que iguala o supera su PIB, sin el privilegio exorbitante del dólar. Al mismo tiempo, recortar los derechos sociales o aumentar los impuestos es un infierno político, como lo está aprendiendo el gobierno laborista de Gran Bretaña y como Emmanuel Macron podría haberles dicho. Si hay una salida a esta trampa circular de presión fiscal y bajo crecimiento, es un rediseño del Estado desde los primeros principios.

Ese cambio, como sugieren las últimas versiones, no se producirá a menos que EU dé el ejemplo. El giro hacia una estrategia industrial bajo Donald Trump y Biden condujo a que se imitara eso en Europa, tanto a nivel nacional como de la Unión Europea. Lo mismo ocurrió con el consenso previo: la combinación clintoniana de mercados abiertos y redistribución moderada en la década de 1990.

Si la próxima tendencia intelectual es el replanteamiento de Musk del propio gobierno, una nación europea en particular lo notaría. En la izquierda, condujo a la importación de la teoría crítica de la raza y otras modas. En la derecha, existía la ilusión de que EU le haría un favor al Reino Unido posterior al Brexit en materia de comercio por algún apego ancestral. Pero una ventaja de esta obsesión no correspondida es que, si Musk cambia Washington, la clase política británica se pondrá de pie, como no lo haría si el mismo logro se produjera en París o Canberra. Podría darles lo que en la jerga del día se conoce como la “estructura de permisos” para reformar.

Gran Bretaña necesita ese empujón. No ha equilibrado su presupuesto fiscal desde principios del milenio. El régimen de planeación es una broma surrealista. El NHS siempre necesita “salvación”. La administración pública es ágil en una crisis –ver la crisis bancaria de 2008 y el casi calamitoso “mini” presupuesto de 2022– pero su esclerosis más amplia es la queja (privada) de ambos partidos políticos. El único consuelo de Gran Bretaña es que Francia e Italia tienen problemas similares, y Alemania igual los tiene, aunque ligeramente distintos. La necesidad de inspiración externa es paneuropea.

Nada de esto significa que Musk la proporcione. Las fuerzas estructurales en contra de que se controle o incluso recorte del gobierno parecen imbatibles. En 1920, menos de 1 de cada 20 estadunidenses tenía 65 años o más. Un siglo después, 1 de cada 6 lo tiene. Y así, dos de los rubros más importantes del gasto federal son la atención de salud y la seguridad social. A menos que se establezca algún tipo de límite al estilo de Logan’s Run (Fuga en el siglo XXIII) sobre lo que las personas tienen permitido envejecer, ¿cómo puede siquiera un gran ejecutivo empezar a buscar una salida a este problema en términos de ingeniería de costos? En cuanto a la defensa, quienes suponen que ahorrará grandes cantidades en adquisiciones no han conocido a los políticos clientelistas del Capitolio.

El cliché de una estrella de los negocios que entra en el gobierno y arregla todo el circo es convincente. Los ejemplos reales de eso –en cualquier parte– son ridículamente escasos. McNamara no fue un fracaso excepcional. El último gran ingeniero industrial en la cima de la política estadunidense, Herbert Hoover, ocupa el puesto 36 entre los 46 presidentes en las encuestas de historiadores. Silvio Berlusconi no hizo de Italia un Singapur. El negocio más complejo de la Tierra es mucho más simple que un gobierno nacional importante: en la gama de demandas que se le imponen, en la dificultad incluso de definir el éxito. No sería de extrañar que Musk abandone Washington en medio de una nube de asperezas alrededor de 2026.

Pero si lo logra, podría conmocionar y avergonzar a Europa y obligarla a cambiar. Un informe de Mario Draghi que recomendara más inversiones por aquí y algunas reformas estructurales por allá nunca iba lograr que el continente se moviera. El efecto de demostración que tiene que EU transforme su gobierno –y, que como resultado, crezca aún más rápido– sí podría hacerlo.

Mientras miran al otro lado del océano a Musk, ansioso por impulsar una nación ya desenfrenada, los europeos deberían maldecirlo por ser el hombre adecuado en el lugar totalmente equivocado.

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