Saltillo, Coah.- Marianne Gonzaga, la influencer de 17 años que acaparó titulares tras haber atacado a la modelo Valentina Gilabert con un objeto punzocortante en febrero de 2025, habló por primera vez luego de su liberación asistida. Lo hizo a través de dos entrevistas que han generado gran repercusión: una con Nacho Lozano para Imagen Noticias, y otra para el programa Ventaneando, de TV Azteca.

El caso estremeció al país no solo por la violencia del acto –una agresión con más de una decena de heridas– sino por el perfil de sus protagonistas: adolescentes envueltas en una historia de celos, rupturas, redes sociales y maternidad temprana.

La agresión ocurrió en Ciudad de México y dejó a Gilabert gravemente herida, con secuelas físicas que requirieron múltiples cirugías reconstructivas. Gonzaga, por su parte, fue internada en un centro para menores infractores y, tras cinco meses de reclusión, obtuvo su libertad el 23 de julio bajo supervisión legal.

En charla con Lozano, Gonzaga confesó que vivió la prisión con miedo: “Pensaba que sería como en las películas… tenía temor de ser maltratada”. Pero más allá de las condiciones del encierro, fue la separación de su hija, Emma, lo que más la marcó. La bebé, fruto de su relación con José Said –también involucrado en la historia por su vínculo con ambas jóvenes– quedó bajo su custodia mientras Gonzaga estaba detenida. 

“Rogué cada semana por verla. Nunca la llevaron”, relató con visible afectación.

Gonzaga, conocida por su contenido sobre maternidad adolescente, explicó que el ataque se gestó en un contexto de angustia emocional tras descubrir que Said mantenía una relación paralela con Valentina. Aseguró que seguían siendo pareja cuando ocurrieron los hechos, a pesar de que públicamente se hablaba de una separación. Según dijo en Ventaneando, vivió una relación marcada por múltiples infidelidades y una fuerte dependencia afectiva. 

“Perdoné muchas veces por el bien de la bebé… por la idea de una familia unida”, expresó.

Al hablar del día del ataque, evitó entrar en detalles, pero reconoció haber actuado bajo un fuerte estado emocional. 

“Sentí tristeza, decepción… y luego mucho coraje. Pensaba: si yo siempre fui buena, ¿por qué me hicieron esto?”, explicó. No justificó su conducta, pero sí expresó arrepentimiento profundo. 

“Lo que hice fue grave, lo sé. No lo voy a minimizar jamás. Me duele haber causado daño, pero de corazón espero que Valentina pueda sanar y rehacer su vida”, dijo.

Marianne también confirmó que tuvo un encuentro reciente con Valentina. Según narró, fue la modelo quien la buscó para conversar en un espacio neutral. 

“Pudimos hablar y cerrar ese capítulo. Le deseo lo mejor, de verdad”, afirmó.

Sobre su situación legal, explicó que accedió a un procedimiento abreviado, lo que le permitió obtener la libertad anticipada. No obstante, deberá continuar bajo vigilancia legal durante más de dos años y cumplir con la reparación del daño a la víctima.

Uno de los momentos más reveladores llegó cuando habló del futuro con su hija. 

“Cuando crezca, quiero ser yo quien le cuente lo que pasó. No quiero que lo escuche de otros, ni que viva lo mismo que yo”, declaró con firmeza.

Las declaraciones de Gonzaga no tardaron en encender las redes sociales, donde el debate se reavivó: ¿redención o justificación? ¿Víctima de una relación tóxica o responsable absoluta de sus actos? El caso vuelve a poner sobre la mesa temas cruciales como la salud mental en adolescentes, la presión social y los vacíos del sistema en la atención a menores infractores.

Mientras tanto, tanto Valentina como Marianne buscan rehacer su vida. Una desde la recuperación física, la otra desde la reintegración social. Pero ambas, marcadas por una historia que difícilmente podrá olvidarse.