Después de 51 años, fue el pasado fin de semana cuando Francisco Zambrano saltó por última vez al terreno de juego
Monclova, Coah.- Se retiró el último miembro fundador del Colegio de Árbitros de Futbol de Monclova.
Tras 51 años en el difícil oficio, “Pancho” Farías decidió guardar la ocarina, las tarjetas y el uniforme de negro.
“Desde hace unos 4 ó 5 años años acepté que la edad me ganó. Ya tengo 70 años y he perdido facultades, los muchachos ahora corren mucho y ya no puedo seguirles la jugada, me dejan atrás”,
comentó a Zócalo el decano del arbitraje.
“Pienso que uno ya no cabe aquí. Mi capacidad ya nada más me da para pitar en futbol rápido, en cancha grande ya no puedo. Pero si sigo más tiempo aquí (en el futbol rápido) voy a cansar a los equipos, los voy a aburrir. Entonces, después de 51 años definitivamente es tiempo de retirarme, y me voy muy agradecido con todos”.
Fue el pasado fin de semana cuando Francisco Farías Zambrano saltó por última vez al terreno de juego para pitar el inicio de un partido. Lo hizo de manera simbólica durante la final de la categoría Primera Fuerza de la Liga Corona.
Los equipos rodaron el balón durante un minuto y al cabo de este el mismo “Pancho” Farías volvió a silbar para finalizado el protocolo. Tras esto inició un homenaje de despedida ante la presencia de sus familiares y miembros activos y retirados del Colegio, mientras un mariachi amenizaba con canciones como El Rey, Las Golondrinas y El Mariachi Loco.
“Me siento muy bien con el trabajo que hice, pero sobre todo muy agradecido con el Colegio de Árbitros y los compañeros que han pasado por aquí, y con los directivos de las ligas porque además de la satisfacción que me dio el arbitraje, pues este fue un apoyo económico muy importante durante muchos años, el cual me ayudó a darle estudios a mis hijos”, comentó.
Decano del arbitraje
Francisco Farías, recuerda que junto a personas como Hugo de León, Pedro Menchaca, Adolfo Uzcanga y Benjamín Ortiz, formó parte de la primera generación del Colegio de Árbitros de Monclova.
Desde joven practicaba futbol y dirigía equipos, además de ayudar en la coordinación de algunos circuitos de futbol. En ese entonces era reducido el número de silbantes que presentaban servicio a las ligas locales, por lo que necesidad de cubrir esas vacantes lo llevó a aprender el oficio.
“Yo coordinaba la Liga Infantil y Juvenil del IMSS y la del CBTis 36 y batallábamos porque no había muchos árbitros. Nos apoyaban unos muchachos que estudiaban Educación Física fuera de la ciudad. Venían, pitaban, ganaban un dinerito y se regresaban muy contentos. Yo sabía un poco de arbitraje y a veces sacaba algunos juegos, luego aprendí más entré de lleno”,
recuerda Farías Zambrano.
“Pité juegos desde la Liga del IMSS, la Municipal de Castaños, Monclova, San Buena, Cuatro Ciénegas, La Liga Corona, la Departamental de AHMSA 1 y 2, así como muchos torneos estatales. Recuerdo aquellas grandes finales en Castaños, los partidos entre la Obrera e Hipódromo, a grandes jugadores como Víctor García Vela, Nahum Ortiz, “Toño” Quintero y tantos más.
“¡Juéguele, atarantado!”
“Pancho” Farías se distinguió por su camaradería con los jugadores y entrenadores, y aunque solía entablar una pícara comunicación con estos, siempre trató de hacerse valer como autoridad en la cancha.
“Yo me llevo muy bien con todos. Todos saben que mi palabra es atarantado, que en ocasiones les digo ¡juéguele, atarantado!, ¡no hay falta, atarantado! y los jugadores me dicen de igual forma, o me dicen ¡márquele, viejío!, pero es de buena manera, es algo chusco, no como insulto”.
“Creo que me gané el respeto, y el aprecio de muchos. En 51 años, sólo dos veces llegaron a agredirme físicamente. Una fue en la Liga de la Planta 2 y otra en la Liga del 8-80, donde un muchacho me descontó en la cara y me quebró la nariz”,
señaló el nazareno.
“Siempre le daba la bendición”
“Siempre lo miraba muy entusiasmado cuando salía de la casa para irse a arbitrar. Fue un oficio que disfrutó mucho, le gustaba mucho, se divertía y además le permitía llevar dinero a la casa”,
comentó la señora María de Jesús López, esposa del silbante.
“Yo sabía que también era una actividad riesgosa, porque a veces los jugadores se apasionan de más en dos ocasiones me lo agredieron, pero yo siempre le daba la bendición antes de salir de la casa y se lo encomendaba a Dios para que hiciera un buen trabajo como árbitro y regresara bien a la casa”, apuntó.