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Se aferran a la vida

Aun cuando las grandes tiendas inundan la capital, estas abarroteras salvan el día a miles de saltillenses.

Aun cuando las grandes tiendas inundan la capital, estas abarroteras salvan el día a miles de saltillenses.
Las tienditas de la esquina, pese al paso del tiempo y a la modernidad de las tiendas de conveniencia, siguen en pie en los barrios de Saltillo.
Teresa Quiroz
ZOCALO | MONCLOVA
02-16-2025
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Saltillo, Coah.- Las tiendas de barrio, también conocidas como tiendas de la esquina o abarroterías, han sido una constante en la vida cotidiana de muchas comunidades en México y otros países de América Latina. A pesar de la creciente competencia de los supermercados y las tiendas de conveniencia, estos pequeños negocios han logrado sobrevivir y mantener su relevancia en la vida de los saltillenses.

A decir de don Gustavo, propietario de una de las tiendas más longevas de la ciudad, una de las principales razones por las que las tiendas de barrio han permanecido es su capacidad para adaptarse a las necesidades de la comunidad, pues advirtió que estas tiendas suelen ser propiedad de familias locales que conocen bien a sus clientes y pueden ofrecer productos y servicios personalizados. Por ejemplo, muchos dueños de tiendas de barrio ofrecen crédito a sus clientes, lo que les permite comprar productos básicos como alimentos a granel.

Se aferran a la vida
En recorrido por estos comercios que se aferran a la vida como una flor en la jungla de cemento, destaca otra razón por la que han sobrevivido y es su ubicación estratégica. Estas tiendas suelen estar localizadas en el corazón de los barrios, lo que las hace accesibles a pie o en transporte público. Manteniéndose cercanas a niños y adultos mayores, o personas con discapacidad, que pueden tener dificultades para acceder a los supermercados más grandes y alejados.

“Lo que hace que sobrevivan este tipo de negocios es la atención al cliente y el surtido que manejamos, aparte de que algunos de los compradores, unos 20 o 30, cuentan con su crédito porque son todos del barrio, vecinos que viven cerca de aquí desde hace mucho”, reveló, no sin antes lamentar que el barrio de la Zona Centro de Saltillo se está quedando solo, pues poco a poco sus habitantes van
muriendo.

En cambio, para Jorge Alberto Carrillo, tendero de Abarrotes Solís, ubicado en el barrio de Santa Anita, los precios bajos siempre serán el oxígeno del último aliento de las tiendas de barrio.

Abarrotes El Carmen, 112 años de experiencia

Desde el abuelo hasta uno de los nietos de don Gustavo, abarrotes El Carmen ha sido atendida de manera estoica, colocándose entre la preferencia de los pocos habitantes que quedan ya en la Zona Centro de Saltillo, e incluso sobreviviendo a los recientes trabajos de remodelación de la calle General Cepeda.

Ubicada en la esquina de General Cepeda y Simón Bolívar se encuentra la abarrotería, que en su interior sirve de refugio para un gato blanco que permanece apacible ante la presencia de los clientes. Ahí sus visitantes pueden llevarse desde un cigarro suelto hasta una bolsa de carbón, alguna botana o tortillas de maíz para acompañar sus comidas.

“Esta tienda tiene 112 años; empezó mi abuelo en 1912 y ha pasado por las manos de varios familiares, después de mi abuelo,
mi abuela se hizo cargo, luego un padrino y después una tía la mantuvo por 26 años más; después una hermana, una de mis hijas, otro hermano y otro de mis hijos, y en los últimos 50 años me he hecho cargo yo”, dijo el tendero que, a pesar de tener nueve hijos, 32 nietos y 48 bisnietos, no cree que una generación más llegue al rescate del negocio familiar.

“Yo tengo 50 años de vivir aquí, entonces ya conocemos a la gente y cuando vienen y me preguntan por ellos o por referencias de lugares o calles del Centro, puedo ubicarlos con facilidad”, sentenció.

La Paz, con la competencia a un lado

Obedeciendo al dicho “el que quiere tienda que lo atienda”, la familia de Carmen decidió absorber el negocio que por motivos de salud su padre tuvo que
dejar, luego de más de 50 años.

Ubicados sobre Simón Bolívar y Matamoros, esta tienda se mudó al otro lado de la calle toda vez que el terreno que ocupaban fuera absorbido por la cadena de una tienda de autoservicio.

“Por motivos de salud de mi papá, que ya tiene 80 años y varias cirugías en la columna, tuvo que vender el terreno, pues además necesitaba asegurar su estabilidad económica sin tener que trabajar, a raíz de eso mi esposo y yo tomamos las riendas de la tienda”, señaló.

Explicó que a pesar de tener a la competencia a un lado existen motivos para conservarse en la preferencia de los saltillenses: el famoso “cartoncito” donde apunta lo fiado y el peso de salsa.

Abarrotes Solís, el último negocio de la familia

Además, las tiendas de barrio suelen ofrecer una variedad de productos y servicios que no se pueden encontrar en los supermercados. Por ejemplo, muchos dueños de tiendas de barrio ofrecen productos frescos como frutas y verduras, así como productos artesanales como pan y pasteles.

También suelen ofrecer servicios como la venta de billetes de lotería, la recarga de celulares y la venta de productos de limpieza.

A pesar de que distintos miembros de su familia contaban con un modelo de negocio como el de la “tiendita de la esquina”, a decir de don Alberto Carrillo, Abarrotes Solís, propiedad de su hermana, es de las últimas tiendas que sobreviven.

Para el tendero de la abarrotería, que desde su exterior se antoja pequeña, pero que al adentrarse resulta ser más grande y surtida que cualquier otra, pues ahí se encuentra desde lo típico que son los refrescos y
las botanas hasta las carnes frías a granel, o productos de higiene personal, e incluso comida para mascotas.

“La mayor parte de la familia ha dejado el negocio, yo tenía uno, pero ya no quise seguir, me desmotivó la devaluación y la llegada de tiendas de conveniencia en cada esquina que hace más difícil la venta”, explicó.

Abarrotes Monserrat, la última en cerrar

La permanencia de las tiendas de barrio también se debe a la relación personal que se establece entre los dueños y los clientes. En muchas comunidades, las tiendas de barrio son más que sólo un lugar para comprar productos básicos, son un espacio de encuentro y socialización.

Los dueños de las tiendas suelen conocer a sus clientes por nombre y pueden ofrecerles consejos y recomendaciones sobre productos y servicios, e incluso ser una opción de compra de última hora.

Tal es el caso de Abarrotes Monserrat, que todos los días desde las 9:00 horas, hasta la medianoche, permanece abierta, convirtiéndose para sus clientes en un pequeño oasis donde bien podrían comprar desde un refresco hasta sus tradicionales salsas, tortillas de harina y frijoles cocidos elaborados ahí mismo.

A decir de don Juan Antonio Gonzalezpico Alvarado, “El Chino”, desde hace 15 años la dinámica de trabajo y sus horarios le han valido para hacer de su tienda un negocio reconocido entre la comunidad, incluso entre colonos de otros sectores.

“Es un compromiso y una responsabilidad estar al pendiente de las necesidades de la comunidad; por ejemplo, aquí trabajamos de 9 de la mañana a 12 de la noche, excepto los días 25 y 1 de enero”, señaló.

“El Chino” recordó que el negocio surgió tras una crisis económica, pues después de quedarse sin trabajo había que buscar la manera de sacar adelante a su familia, por lo que con un pequeño estanquillo empezó a forjar el futuro de sus hijos.

“Ahorita tengo una nieta de 16 años que prácticamente nació aquí, tengo otros nietos de 8, 7 y 6 años, y la mayoría de los jóvenes que andan por aquí los conocimos chiquitos, y muchas de las personas que vienen a comprar fueron personas que conocí siendo ambos niños”, explicó.

Don Nacho, la cara amable de la Bellavista

Desde hace ocho años, don Ignacio López reconoce que la gente sigue manteniendo su preferencia por las tiendas de barrio por dos motivos: los precios y el trato amable que los tenderos ofrecen.

Advierte que, aunque no es un negocio para enriquecerse, sí es uno que da muchas satisfacciones y permite mantenerse ante las adversidades que día a día pudieran
presentarse.

Y aunque reconoce que con anterioridad el barrio donde su tienda se ubica era considerado uno de los más bravos, advierte que con el paso del tiempo esto ha cambiado, lo que genera confianza entre él y sus clientes.

“Aquí le fiamos a algunos, no a todos, pero claro que tratamos de apoyarnos porque está canija la vida, la ventaja es que aquí uno puede comprar lo que necesita al menudeo, desde un cubo de caldo de pollo hasta verdura por pieza”, explicó don Nacho.

El hombre de ojos alegres y sonrisa contagiosa advierte que las tiendas de barrio han logrado sobrevivir a la modernidad.

Esto, gracias a su capacidad para adaptarse a las necesidades de la comunidad, su ubicación estratégica, la variedad de productos y servicios que ofrecen, y la relación personal que se establece entre los dueños y los clientes.

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