Con más de 100 años de historia, el Mercado Juárez ha sobrevivido al tiempo y a la modernidad.
El Mercado Juárez, con más de 100 años de historia, aún permanece en la preferencia y el gusto de los saltillenses y turistas que llegan a la ciudad. Los colores de las artesa-nías y los aromas de las es-pecies y de los alimentos en-marcan la tradición de una ciudad que crece y se desarrolla sin olvidar sus orígenes y tradiciones, y ha sobrevivido al tiempo y a la modernidad.
Creció con la ciudad Ernesto Terri, historiador y coordinador de la Hemerote-ca del Archivo Municipal de Saltillo, relató cómo el mercado surgió para dar respuesta a las necesidades económicas y de crecimiento de la ciudad. Explicó que Saltillo, geográficamente, tenía una ubicación estratégica para el co-mercio y movilidad de toda la región.
Esto favoreció al comercio y desarrollo de la ciudad, pues los mercaderes de toda la Re-pública traían sus productos a la capital del estado y a su vez se llevaban los productos de la región, como ixtle, trigo, maíz, entre otras cosas. “Para comerciar con esos mercaderes que traían un producto y de aquí se lleva-ban otro, como hace cualquier mercader, con ese ba-gaje comercial que ya tenía Saltillo y como toda pobla-ción, el que hubiera un mer-cado era prácticamente obligatorio”, puntualizó.
Un viaje en el tiempo A pesar de la remodelación, cuando se cruzan las puertas del mercado es como regresar al pasado; el aroma a la piel de las chamarras, los juguetes de madera y las artesanías mexicanas, le dan al lugar un toque de antaño. El arraigo lleva a muchos visitantes a recorrer los pasi-llos del primer piso, donde se observan vestidos típicos, el tradicional sarape y se pue-de dictar una carta a la an-tigüita, en una máquina de escribir.
Siguen la tradición
En la entrada sur del mercado, justo frente a la plaza Manuel Acuña, se encuentra el reloje-ro, don Gustavo Poblano. Des-de hace 30 años repara relojes, de todos los tipos y de todos los tamaños. En este tiempo donde la modernidad y el consumismo impulsan a desechar lo que ya no sirve, el relojero hace arte al reparar los más complejos mecanismos. “Aprendí con un señor, era relojero, empecé a trabajar con él haciendo la limpieza, y luego después me puso a que desarmara un reloj de los que él tenía (…) ya empecé a des-armarlo y a formarlo y así nos fuimos, pero ya no hay relojes mecánicos, puro de cuar-zo, puro de pila”, recordó.
Tiene clientes desde hace 20 años, quienes disfrutan visitarlo y visitar el mercado, los recuerdos los embargan y el pasado resurge en los estan-tes y pasillos de aquel espacio. “Muchos traen su reloj a su edad como van, un reloj muy antiguo, y les digo: échenmelo para acá, yo lo arreglo, porque si van con un relojero de los nuevos que hay, esos no sa-ben más que puros de esos de pila y los mecánicos son dife-rentes a los otros”, platicó. Toda una vida… El mercado ha estado presente en la vida de muchos saltillenses.
Quién no ha pasado alguna vez por la esquina de las calles Pérez Treviño y Allende, en el corazón de la ciudad. Muchas familias han al-morzado menudo y barbacoa un domingo por la mañana o los tradicionales platillos de Cuaresma en Semana San-ta, llevan a sus hijos a comprar las carrilleras, los rifles de ma-dera o los disfraces para conmemorar las Fiestas Patrias.
Y quién no conoce a don Vi-cente Sánchez Aguirre, quien ha vestido a más de tres ge-neraciones, pues desde hace 55 años vende ropa en el Mer-cado Juárez, siendo así uno de los más antiguos vendedores. “Hemos estado bien, en temporadas muy buenas, en temporadas malas, en situa-ciones que han estado un po-quito difíciles, pero ahí esta-mos trabajando en nombre sea de Dios, hasta donde Dios nos dé licencia llegar”, señaló.
Don Vicente era reparti-dor cuando se presentó el se-gundo incendio en el mer-cado, por lo que su vida de comerciante inició a la par de la construcción de este edificio, en donde ha pasado importantes momentos.
“Sí, pues yo trabajaba con unos primos míos y luego ya me separé aquí en mi negocio, y son los años que yo ten-go aquí trabajando con mi negocio”, indicó.
Generaciones continúan la tradición En el segundo piso se vende comida preparada, carnes y pescados y también piñatas, cazuelas de barro y figuras religiosas.
Al subir la rampa está el negocio de la familia Palomo, durante cuatro generaciones abuelos, padres e hijos han reparado figuras religiosas de miles de familias saltillenses. Dan color, pegan y subsanan. “Aprendimos de mi papá, de mis tíos, el oficio de arre-glar imágenes y aquí esta-mos”, manifestó Rafael Palo-mo, Artesano. Experiencias inigualables En el mercado su familia creció, vivieron experiencias iniguala-bles y compartieron también momentos difíciles como otras familias de los comerciantes, quienes han heredado el gusto por las ventas a sus hijos.
“Muchas cosas bonitas, que aquí jugábamos de niños, aquí estaba mi familia, mis abuelos, ya no están, pero fue algo bo-nito y toda una tradición de estar todavía aquí”, agregó.
A pesar de las décadas, el Mercado Juárez ha preserva-do su vocación de servicio a la comunidad. Los comerciantes ofrecen todo tipo de produc-tos que responden a las nece-sidades de los saltillenses. Desde carnes y alimentos preparados, hasta sombreros, botas y cintos vaqueros.
Se venden molcajetes, jaulas y ropa; se venden juguetes tra-dicionales y piñatas, se vende de todo un poco. Desde hace 33 años Juan Án-gel Siller Ibarra se levanta muy temprano para alistarse y llegar a su segundo hogar, el mercado; ahí pasa sus días enteros haciendo lo que más le gusta. “Vendemos ropa vaquera, ac-cesorios para caballos, sombreros, yo creo que todo va dirigi-do a la gente vaquera (…) Yo ahorita llego a las 9:30 de la mañana y me voy a las 8 todos los días, no hay domingos, hay que trabajar”, recordó.