Cada año, durante unos pocos días de febrero, la naturaleza regala un fenómeno visual excepcional en el Parque Nacional de Yosemite.
Cada año, durante unos pocos días de febrero, la naturaleza regala un fenómeno visual excepcional en el Parque Nacional de Yosemite. La modesta Horsetail Fall, una cascada que sólo fluye en invierno, se transforma momentáneamente en un torrente ardiente, gracias a la precisa alineación del sol poniente.
A pesar de su belleza, la «cascada de fuego» es un espectáculo tan impredecible como efímero. Para que ocurra, es imprescindible que confluyan tres condiciones fundamentales:
– Un caudal suficiente: La Horsetail Fall depende del deshielo y las precipitaciones invernales. Si el flujo de agua es insuficiente, el efecto se desvanece.
– Cielos completamente despejados: La presencia de neblina o incluso una ligera nubosidad puede disipar la luz y arruinar la ilusión visual.
– La inclinación exacta del sol: Solo en unas fechas muy concretas del año, la luz del atardecer incide sobre la cascada en el ángulo preciso para encender su resplandor.
Estas exigentes condiciones hacen que muchos visitantes lleguen con la esperanza de presenciar el fenómeno, pero se marchen sin haberlo visto. Cada tarde de febrero se convierte en una apuesta contra los caprichos del clima y la luz.
Más allá de este fenómeno, el Parque Nacional de Yosemite es un escenario de contrastes luminosos que han cautivado a exploradores, artistas y fotógrafos durante generaciones. El icónico Half Dome, la inmensidad de El Capitán y los reflejos danzantes del río Merced convierten cada rincón del parque en un lienzo natural en constante transformación.
Las imágenes captadas por Marc Bouldoukian este año son testimonio de la majestuosidad de este espectáculo fugaz. Un recordatorio de que la naturaleza, en su máxima expresión, sigue siendo impredecible e inigualable.
Con información de MSN